El perdón y la reconciliación son términos con significados diferentes pero que se complementan mutuamente.

Con el perdón pretendemos deshacernos del sentimiento de culpa, mientras que con la reconciliación buscamos la calma, la paz, el sosiego..., pretendemos recuperar, tanto con nosotros como con los demás, aquello que perdimos como consecuencia del daño que hicimos.

Cuando perdonamos y nos reconciliamos recuperamos la calma, nos quitamos un peso de encima que nos alivia y nos devuelve la paz.

Perdonar no significa que estemos de acuerdo o aprobemos lo que ocurrió. Tampoco significa que dejemos de darle importancia a lo que pasó, ni que estemos dándole la razón a la persona que nos causó el daño o nos ofendió. Tan sólo significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.

Muchos problemas familiares, sociales o entre amigos se evitarían si fuésemos capaces de saber perdonar y llegar a la reconciliación. Cuántas guerras y conflictos religiosos y políticos se solucionarían si fuésemos capaces de perdonar. Cuántos matrimonios se salvarían si supiésemos aceptar las disculpas de la pareja o si realmente nos arrepintiésemos de los errores que cometemos.

Tenemos la falsa convicción de pensar que cuando perdonamos le hacemos un favor a la otra persona cuando los realmente beneficiados somos nosotros.

Otras veces es a nosotros mismos a quien tenemos que perdonar por aquellos errores que hemos cometido y por las consecuencias que han tenido. Podemos convertirnos en víctimas de nuestros propios errores si no dejamos de pensar en aquello que hicimos mal o cuando constantemente estamos pensando cómo sería esto otro si lo hubiésemos hecho de forma diferente

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