Cada vez más investigaciones, como la del economista Robert Lerman, confirman que los beneficios económicos del matrimonio se extienden también a las mujeres de orígenes más humildes. Concentrándose en el estudio de familias norteamericanas de bajos ingresos, Lerman descubrió que las parejas casadas con hijos presentaban generalmente menos dificultades materiales –menos tendencia a saltarse una comida o a no pagar los suministros, el alquiler o la hipoteca– que otras familias, especialmente las de madres solteras y sin pareja.En otro estudio, Lerman descubrió que las madres con menos formación académica que se casaron conseguían un nivel de vida un 65 por ciento más elevado que las madres solteras, un 50 por ciento más que las madres solteras que vivían con otro adulto, y un 20 por ciento más que las madres que convivían con su pareja sin haberse casado. Otras ramas de investigación han concluido que las madres de pocos medios tienen menos tendencia a encontrarse en condiciones de pobreza si su primer hijo es fruto de un matrimonio (comparado con madres que lo tuvieron fuera del marco matrimonial). En el ámbito de las mujeres afro-americanas, esta misma investigación reveló que un 35 por ciento de madres que tuvieron un primer hijo fuera del matrimonio se encuentran por debajo del umbral de pobreza, mientras que la miseria afecta sólo un 17 por ciento de las madres afro-americanas casadas.
¿Cuál es la razón de que el matrimonio contribuya a aliviar las penurias económicas de los más desfavorecidos? Las parejas casadas parecen compartir más sus sueldos y otras propiedades, reciben más ayudas de la familia extendida y amigos, así como de las instituciones cívicas (iglesias, cooperativas de comida, etc.). Sin embargo, existen dos situaciones en las que estas conclusiones no se aplican. Primero, el matrimonio no produce tantos beneficios para las mujeres que tienen un parto prematrimonial y que posteriormente se casan. Segundo, el matrimonio tampoco conlleva un impulso económico importante para las mujeres que luego se divorcian (y el divorcio es más común entre mujeres con niveles de ingresos y educación comparativamente más bajos). Así pues, las mujeres que viven en una situación económica precaria, no suelen beneficiarse económicamente del matrimonio si este no es un matrimonio estable.

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