Los hijos de padres que no se han casado o que han roto su matrimonio tienen más probabilidades de ser víctimas de la pobreza, de la dependencia, del abuso de sustancias adictivas, del fracaso escolar, de la delincuencia juvenil, de un embarazo a una edad temprana sin estar casado, y de muchos otros comportamientos que conllevan a la destrucción personal. Este riesgo aumenta aún más cuando las familias y el vecindario están llenos de hogares sin padres. En especial, en el caso de Estados Unidos, el fracaso matrimonial ha afectado seriamente a la comunidad afroamericana, y amenaza al apreciado ideal norteamericano de la igualdad de oportunidades, ya que priva a adultos, y especialmente a los niños, del capital social que necesitan para crecer. Precisamente porque queremos erradicar las desventajas sociales derivadas de la raza y la clase social, vemos en las barreras culturales, económicas y otras similares (que no fortalecen el matrimonio en los barrios pobres y especialmente entre las minorías raciales con un alto índice de rupturas matrimoniales), un problema serio que hay que resolver con persistencia, generosidad e ingenio.

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