Continuación de La excepción norteamericana y el camino a seguir...

 Los tribunales actuales, con el sistema de divorcio actual de Norteamérica, ofrecen menos protección a los contratos matrimoniales que a los contratos mercantiles. Algunos de nosotros, aunque no todos, apoyamos que se vuelva a instaurar un sistema de divorcio en el que se tengan que especificar los problemas de la pareja. Pero todos admitimos que el sistema actual no funciona ni en términos prácticos ni morales y necesita una reforma urgente.
Pedimos que se busquen nuevas maneras para que la ley pueda reforzar el matrimonio y reducir un índice de divorcios innecesariamente tan alto. Sin duda, consideramos que proteger a las mujeres y los niños de la violencia doméstica es un importante objetivo que tenemos que conseguir. Pero como tanto los niños como los adultos de las uniones extramatrimoniales corren un mayor riesgo de sufrir tanto violencia doméstica como abusos, el fomentar que haya unos índices de fragmentación familiar más altos no es una buena estrategia para proteger a las mujeres de hombres violentos, ni a los niños de los maltratos domésticos.
Estas propuestas son las que consideramos más destacables:

a) Aumentar los períodos de espera para un divorcio unilateral sin asignación de culpas. Requerir que las parejas de matrimonios no violentos tengan consejo (religioso, secular o público) que les sirva para resolver sus diferencias y renovar sus compromisos matrimoniales.
b) Permitir la creación de convenios prenupciales que restrinjan el divorcio a las parejas que esperan más compromisos matrimoniales de los que permite la ley actual. (Los contratos de matrimonio entre judíos ortodoxos que aplican los tribunales civiles pueden servir como modelo.)
c) Incluir en los programas de educación sobre el divorcio intervenciones (como PAIRS o Retrouvaille) que ayuden a facilitar las reconciliaciones y también reduzcan la acritud y el litigio.
d) Aplicar estándares de falta para una equitativa distribución de la propiedad que sean consecuentes con los mejores intereses para los niños. En el caso de un cónyuge abusivo o infiel, no se debería distribuir la propiedad a partes iguales con el cónyuge inocente.
e) Crear programas piloto sobre educación para el matrimonio y realizar intervenciones de divorcio en las comunidades de más riesgo, empleando tanto programas religiosos como seculares; seguir la efectividad del programa para establecer las “mejores prácticas” que pueden utilizarse en otros lugares.


FUENTE:
Matrimonio y bien común: Los diez principios de Princeton. SOCIAL TRENDS INSTITUTE. Barcelona – Enero de 2007.  

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