Nos enseña cómo tratarnos los unos a los otros, cómo hablar, la importancia de escuchar, cómo manejar nuestro enojo, y tantas cosas más.
Pero las estadísticas continúan indicando que no parece que estemos aplicando esta sabiduría a nuestra vida diaria.
Se han lanzado muchos proyectos, escritos y libros de investigación para ayudar a explicar y disuadir la cantidad de divorcios en nuestra sociedad.

¿Por qué se deja de amar la gente con tanta facilidad?
¿Qué le ocurre a la pareja feliz después del día de su boda?
¿Qué es aquello que solía mantenerlos juntos?
¿Qué ocurrió con el «vivieron felices y comieron felices»?

Tenemos respuesta a estas preguntas. Yo creo que cuando las parejas se enamoran, se casan y comienzan su vida en común, rápidamente se ven abrumadas por las complejidades de la vida cotidiana. Pierden de vista la simplicidad del amor dentro de su relación, así como los conceptos básicos que hicieron que se enamoraran en primer lugar.

Una vez que se pierden estos elementos básicos de la relación, la pareja comienza a separarse de a poco y se siente menos conectada. ¿Cómo podemos detener este proceso? Lo logramos regresando a lo básico y aprendiendo realmente a atesorar a nuestro esposo o esposa. Uno de mis versículos favoritos es Lucas 12.34: “Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón”. Este versículo abarca a toda nuestra vida. La manera en que se evidencia que atesoramos algo es mediante la forma en que pensamos y actuamos con respecto a ello.

Dios comprende que nuestros sentimientos cambian y que son el resultado de la manera en que pensamos y actuamos. Él sabe que nosotros queremos sentirnos enamorados, y nos ha dado la clave para que lo logremos. Mientras que mantengamos nuestros pensamientos y acciones con respecto a nuestros cónyuges concentrados en lo positivo, podemos experimentar esa sensación de estarlo. Pero, no bien dejamos de atesorar a nuestra pareja, los sentimientos pueden comenzar a cambiar con gran rapidez. Mantener el matrimonio saludable no es tan difícil como creemos.

¿Cuántas veces se han dicho los esposos: “Eres una persona tan distinta a la persona con la que me casé”. ¿Qué ocurrió? ¿Cambiaron verdaderamente?

Es probable. Por lo menos, algunos lo hacen. Pero lo que nuestro cónyuge está diciendo en realidad es: “Tú no haces por mí las cosas que solías hacer antes: esas cosas que siempre me hacían sentir tan bien”. Y, lo más probable es que nuestro cónyuge haya dejado también de hacer las cosas que nos hacían sentir bien a nosotros. La realidad es que, con el tiempo, todos cambiamos dentro del matrimonio.

Eso se debe a la madurez y a las experiencias de vida. Sin embargo, no tenemos que cambiar las cosas que hicimos al principio, las cuales nos llevaron a enamorarnos. Los principios básicos son simplemente eso: básicos. A lo largo de mis años de práctica, me he dado cuenta de que lo más necesario para la mayoría de las parejas con las que trabajo es regresar a lo básico.

Muchas parejas me dicen que han estado en terapia de pareja en el pasado y que sienten que en realidad las cosas empeoraron en vez de mejorar. Vienen a mi consultorio con mucha aprensión, pero con desesperación. “¡Tenemos que probar algo!”. Conversamos sobre las cosas en que se concentraron durante su terapia anterior. Desde el principio, solían concentrarse en aquellas cosas por las cuales habían peleado durante la semana, las penas pasadas a las que continuaban aferrándose, o la mala comunicación y cómo manejar los conflictos. Al escuchar esto, me doy cuenta de cuál es la razón por la cual la terapia parecía haber empeorado las cosas en vez de mejorarlas.

Las habilidades que habían aprendido y los asuntos de los que se habían ocupado son una parte importante y necesaria para el crecimiento de un matrimonio saludable. A menos que yo les enseñe primero a gustarse el uno al otro nuevamente, no se sentirán lo suficientemente conectados entre ellos y con el matrimonio como para dedicarse a los aspectos negativos del mismo. Yo entiendo que mi trabajo como terapeuta es el de ser un catalizador que ocasione cambios. Por lo tanto, he aprendido a fortalecer los aspectos positivos del matrimonio.

Las parejas aprenden o vuelven a aprender cómo identificar y expresar lo que les agrada de cada uno y cómo expresarse con ternura. Aprenden a darle nuevamente prioridad a la otra persona y al matrimonio y a no permitir que éstos pasen tan fácilmente a un segundo plano. Lo más importante es que aprenden a valorarse con el pensamiento y con sus acciones.

Una vez que lo logran, los esposos no sólo se sienten nuevamente atraídos, sino que posiblemente sientan que se están “volviendo a enamorar” nuevamente. Colocan su corazón en el lugar que le pertenece. Entonces, y recién entonces, pueden volcarse a aprender lo que necesitan para resolver los aspectos negativos de la relación.

Cuando llegan a este punto, el tener que ocuparse de los factores de irritación ya no les resulta tan amenazante, porque hay una cálida ternura presente. Ahora, por fin, tienen una relación por la que vale la pena luchar.

Por: Dra. Debbie L. Cherry
Publicado por Expresión Familiar 

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