La mayoría de parejas se casan teniendo grandes expectativas para su matrimonio y con desmesuradas ilusiones.
Los mismos, en muchas oportunidades, no toman en cuenta las responsabilidades que el acto del matrimonio implica (cada uno debe asumir su parte al conformarse en cónyuge de su pareja). Frecuentemente, esta visión incompleta del matrimonio provoca que en poco tiempo las expectativas se vuelvan en frustraciones y el encanto en desilusión.
Podemos observar con frecuencia que uno o ambos integrantes de la pareja no interiorizan el concepto integral del matrimonio, por lo tanto sus actuaciones continúan reflejando intereses individuales por encima del bienestar de la pareja.

Este comportamiento no es consecuente con el compromiso, libremente adquirido, al unir sus vidas en matrimonio. Por lo tanto esto origina una serie de conflictos que deterioran, en mayor o menor grado, la relación de pareja.

Es importante entonces, reconocer que nada ocurre por casualidad; toda forma de proceder tiene una causa y un efecto. Nuestras acciones no brotan espontáneamente, sino que responden a una decisión conciente, pero, con frecuencia, no lo suficientemente evaluada. Aquilatadas o no, las decisiones que tomamos cambian el rumbo de nuestras vidas y las de otros a nuestro alrededor, haciéndonos adquirir compromisos. En especial, cuando el ser humano decide unirse a su pareja bajo el pacto del matrimonio se compromete a respetarlo/a y procurar su bienestar.

Por lo tanto, es importante comprender de antemano los alcances que tiene en nuestra vida este vínculo, cuyo fin último, según la perspectiva divina, es el de proporcionar a los cónyuges una mejor calidad de vida.

Las parejas que se encuentran en vía de contraer matrimonio, y aquellas que ya están unidas y tienen el deseo de mejorar su relación, deben visualizar un horizonte juntos en el que se compartan, entre otras cosas, metas a corto y a largo plazo, en un ambiente de respeto mutuo, en el que la prioridad sea siempre el beneficio de la pareja, sobre el interés individual.


Si a lo señalado en las líneas de arriba no se le presta atención, es muy probable que los cónyuges vivan sin rumbo ni compromiso, creando una confusión similar a la que se produce en un equipo de fútbol en el que cada miembro sigue su propio rumbo sin respetar su posición ni la de los demás. En tal situación todos procurarían ordenar y delegar sin tener responsabilidad ninguna, tratando de obtener su propia satisfacción.

Esta falta de unión y visión conjunta es una de las mayores causas de separación de los matrimonios, ya que impide a los cónyuges desarrollar sus vidas paralelamente en armonía, a partir del respeto mutuo y el establecimiento de prioridades consecuentes con el vínculo matrimonial.


Para iniciar o fortalecer una relación matrimonial, sin duda alguna, se hace necesario asumir nuestro compromiso con responsabilidad honrando a nuestro cónyuge. Será el principio más importante para construir una relación saludable y satisfactoria para ambos.

Recordemos que el tiempo y el esfuerzo que invertimos en una relación, evidencia el valor que le otorgamos, priorizar nuestra relación conyugal nos dará resultados excepcionales en nuestra vida individual y de pareja.



Por: Helena Calderón

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