Es lo que en ciencias sociales se conoce como el “área biosocial” de los individuos, es decir, aquella conexión entre sus relaciones sociales y el funcionamiento de sus organismos.
En la última década se han descubierto múltiples formas en las que el matrimonio parece promover efectos positivos sobre el “área biosocial”. Dos de estos efectos biosociales del matrimonio destacan por su importancia.
Primero, el matrimonio parece reducir los niveles de testosterona en los varones. Más de cinco estudios sobre diferentes poblaciones mostraron que los hombres casados (especialmente los padres) presentaban niveles de testosterona inferiores que sus iguales no casados o divorciados. Este mismo resultado se produjo en hombres con relaciones de cohabitación, lo que parece indicar que la relación íntima, duradera y cotidiana con una mujer tiene una incidencia determinante sobre los niveles de testosterona. Dado que la testosterona está asociada con la agresividad, el deseo de destacar y una serie de comportamientos antisociales, el matrimonio podría influir positivamente en el comportamiento de los varones. Es cierto que aquí pueden darse algunos efectos de selección: podría ser que los hombres con niveles inferiores de testosterona tengan menos tendencia a entrar en comportamientos antisociales y más predisposición a casarse. Pero un reciente estudio sugiere claramente que el matrimonio juega un papel causal en la reducción de los niveles de testosterona (además de los de cortisol). En el futuro, las investigaciones tendrán que ahondar en las relaciones entre el matrimonio, la testosterona y el comportamiento antisocial de los hombres.
Segundo, vivir en el marco de una familia unida y de padres casados parece favorable para el desarrollo sexual de las niñas. Según una amplia investigación llevada a cabo por el psicólogo Bruce Ellis y otros profesionales, las chicas adolescentes que crecen al margen de una familia de padres casados son bastante más proclives a adelantar su primera menstruación, a tener una actividad sexual precoz y, por ende, al embarazo adolescente. Ellis descubrió que las chicas que mantienen buenas relaciones con sus padres tienen su primera regla a una edad más avanzada y que aquellas chicas que pierden al padre biológico en su infancia suelen llegar a la primera regla a una edad más temprana. Además, las que viven con un hombre no pariente (padrastro o novio de la madre) tienen su primera regla antes que las que sólo conviven con la madre. Ellis especula que el desarrollo sexual de una chica se ve influido por las feromonas del hombre –elementos químicos biológicos emitidos hacia los demás, que se han asociado con el desarrollo sexual acelerado en los mamíferos– que se encuentran en su entorno social. Las feromonas del propio padre parecen inhibir el desarrollo sexual precoz, mientras que las de un hombre sin parentesco biológico parecen acelerar ese desarrollo.
En sus palabras, “estos hallazgos (…) son plenamente coherentes con la hipótesis de que la cercanía del padre biológico inhibe el desarrollo de la pubertad de las hijas.” A su vez, el desarrollo sexual precoz está asociado a niveles significativamente más altos de actividad sexual precoz y embarazo adolescente, incluso aislando factores económicos y psicológicos del hogar que podrían confundir la relación entre la estructura familiar y la actividad sexual de las chicas. Por todo ello, esta línea de investigación sugiere que un marco matrimonial unido y sólido protege a las niñas del desarrollo sexual precoz y, en consecuencia, del embarazo adolescente.

Extraido del libro El Matrimonio Importa (Veintiséis conclusiones de las ciencias sociales). Social Trends Institute Nuevea York - Barcelona.

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