La violencia doméstica sigue siendo un problema grave, tanto dentro del matrimonio como fuera. Si bien las mujeres jóvenes deberían saber que el matrimonio no es una buena estrategia para reformar a un hombre violento, numerosas investigaciones demuestran que el hecho de no estar casadas, y especialmente de vivir con un hombre fuera del matrimonio, está asociado a un elevado riesgo de abuso. Un análisis de la Encuesta Nacional de Familias y Hogares mostró que las mujeres que cohabitan tenían tres veces más tendencia que las casadas a reconocer que sus discusiones se habían convertido en agresión física durante el último año (un 13 por ciento comparado con el 4 por ciento de las casadas). Por otra parte, las personas que cohabitan tienen más tendencia a denunciar disputas violentas que las casadas.Otro estudio sobre la violencia doméstica reveló que las mujeres afro-americanas tenían más probabilidades a ser víctimas de ésta en aquellos barrios donde había proporciones más altas de parejas no casadas. Como resume un académico, “sea cuál sea la metodología empleada, los estudios producen resultados similares: las parejas no casadas sufren más violencia doméstica que las casadas.” 
Evidentemente, los efectos de selección juegan aquí un papel muy importante. Las mujeres tienen menos tendencia a casarse con hombres violentos y más tendencia a  divorciarse de ellos. Así pues, las mujeres no casadas tendrían más probabilidades de tener una pareja violenta porque las de pareja no violenta contraen matrimonio con mayor frecuencia.  Sin embargo, los investigadores sugieren que una mayor integración de los hombres casados en las comunidades y dedicación de los cónyuges a la pareja figuran como factores relevantes de reducción de la violencia doméstica.  Los hombres casados, por ejemplo, responden mejor a las políticas de detención obligatoria diseñadas para reducir la violencia doméstica.

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