"RESUCITAR" EL AMOR
 
–¡Habla usted de "resucitar"!. ¿Cómo puede operarse semejante "milagro" en un matrimonio "roto", por seguir con la sólita expresión?
 

– Todos somos aprendices del amor; y el matrimonio es su mayor escuela, donde los esposos se casan porque se aman, pero también para amarse siempre. La base de ese amor no puede ser una "pasión" pasajera, sino una voluntad sólida. De ahí que sea necesario el "noviazgo", que no tiene los derechos ni los deberes ni las manifestaciones del matrimonio, porque no lo es. Hay que forjar la voluntad, hay que elaborar un amor rigurosamente "personal", hecho de ilusión por hacer feliz a la persona elegida. Los que se casan deben saber que tendrán que luchar por mantener esa ilusión, ese amor personal. Quien no quiera esto, nunca será feliz, porque lleva dentro el egoísmo, porque no ha "salido" de sí mismo.
 
Lo normal es "recuperar" el amor con un acto de humildad, reconociendo en la persona de la mujer o del marido, esto: una persona, por la que vale la pena dar la vida. Que realmente vale la pena es cierto en cualquier caso, porque la persona es siempre imagen de Dios. Podríamos añadir: Dios Hijo ha dado su vida humana por ella. Además, esa persona ha sido elegida libremente –por amor–, para centrar la plena donación personal que implica el matrimonio. Con la luz de la fe es más fácil, porque siempre se puede ver y redescubrir lo que acabo de decir: la imagen de Dios que "es", aunque a primera vista no se vea.
 
–Supongamos que estamos ya en plena crisis. ¿Cómo se activa, en la práctica, la "resurrección" del amor?
 
–La humildad –que es andar en verdad, como escribió magistralmente Santa Teresa– dispone a reconocer el valor del otro cónyuge como lo que es; y permite lo que el orgullo o el egoísmo impiden: la dignidad de pedir perdón. Lo normal es que las murallas se desplomen con un "perdóname, estaba cansado, nervioso, no sabía lo que me hacía o decía…". Entonces, la otra persona reconoce –es preciso que así sea– que también tenía parte de culpa, y vence a su vez el propio orgullo, y abre paso a la oportunidad de que se restablezca el amor. Se debe perdonar en todo; eso es amor.

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