Todos los casados deseamos conservar el amor incondicional, de nuestro cónyuge, a lo largo de la vida matrimonial. Quisiéramos conservar nuestra presencia dentro de la mente y del corazón de nuestro cónyuge hasta que la muerte nos separe. Pero muchos vemos, que en ocasiones, ese estado de seducción inicial se va perdiendo, hasta convertirse en algo que se recuerda como si hubiera sido un sueño irreal.


Nosotros lo que queremos decirles es que no es un sueño imposible, el amor profundo e incondicional entre los esposos es posible a lo largo del matrimonio. Sin embargo, no se logra viviendo de cualquier modo la relación conyugal, sino que se trata de una forma de comunicación que los cónyuges han de aprender, conservar y que sigue ciertas leyes específicas, es un juego de amor que poco tiene que ver con la belleza física o la edad; porque los esposos, aún teniendo 90 años, pueden seguir descubriéndose hermosos, pueden seguir sintiéndose profundamente enamorados uno del otro.

Los cónyuges enamorados tienden a serlo en cualquier situación. Son parejas que han decidido y han aprendido a conservar un nivel emocional alto en su relación, son parejas que continúan fascinadas y cuyo estilo varía muchísimo en función al potencial que encierra cada tipo de carácter de cada uno.  Esto nos ha hecho concluir que no hay un carácter mejor que otro para el matrimonio, que cada personalidad posee puntos fuertes que explotar que le pueden ayudar a enamorar a su cónyuge, como también, áreas de oportunidad con las que puede trabajar. La disparidad de caracteres no es un problema para los cónyuges, al contrario, en los matrimonios exitosos los hábitos buenos de cada tipo de carácter tienen un efecto de seducción en el otro cónyuge carente de ellas.

Los cónyuges buenos para el matrimonio sueles caracterizarse por poseer virtudes que logran mantener el amor a lo largo del tiempo, y aunque, en ocasiones vemos perfiles más femeninos o masculinos, en general podríamos decir que son características y hábitos que los definen como buenos. Estas virtudes necesarias para conservar el amor conyugal no surgen de un día para el otro, son características que la persona ha recibido con su temperamento al nacer, pero que ha ido forjando en carácter a lo largo de su vida. Por eso, creemos que cualquier cónyuge que posea la suficiente inteligencia para comprenderlo y voluntad para ponerlo en práctica las podrá adquirir para convertirse a sí mismo en un excelente amante y, de este modo, contribuir a la unidad y felicidad de su matrimonio. Solo es necesario tener ganas de fascinar al cónyuge, de mirarle con ojos de amor y de descubrir lo que necesita de nosotros.

El conservar el amor durante toda una vida parecería a muchos como una falsedad mantenida en el tiempo por los cónyuges o, al contrario, como personas poseedoras de un código o de un hechizo secreto inaccesible para el resto de los mortales. Nuestra labor durante años ha sido tratar de descifrar esos códigos para ponerlos a la disposición de todo aquel que quiera ser feliz en el matrimonio. Pues son herramientas que hacen la vida matrimonial y familiar fácil y confiable, desde su comienzo y hasta que la muerte los separe, son herramientas que otorgan a la relación matrimonial la sensación de agilidad y fluidez, que generan optimismo y bienestar, que ofrecen seguridad. Por eso, creemos que vale la pena tratar de profundizar en su conocimiento y en su práctica. Verán que los resultados positivos son casi garantizados para la mayoría de las personas casadas, a no ser que su matrimonio se haya fundado en alguno de los escenarios que mencionamos en nuestro libro “Noviazgos de alto riesgo, filosofía del amor conyugal”, que tendrán que sanar otras cosas antes.

Quien trata de ser un buen esposo o esposa posee dos imanes que atraen irremediablemente al otro cónyuge: Por un lado, lucha por ser como le gustaría ser al otro cónyuge, emana virtudes particulares que le apetece imitar y llegar a poseer, se presenta como capaz de guiar la relación por caminos que el otro teme emprender en solitario, aventuras fascinantes. Gracias a su lucha por mejorar su temperamento y al carácter adquirido, con todas sus virtudes y defectos, el cónyuge se siente atraído por alguien valioso y hermoso, y no le importa poseer carencias, pues cuenta incondicionalmente con las virtudes de su cónyuge. Aquí encontramos el segundo imán: cuando un cónyuge se siente bendecido con el valor del otro: está dispuesto a escucharle, a cederle credibilidad, se siente feliz en su compañía, desea estar a su lado, comienzan a identificarse y a compartir gustos y hasta modos de ser que les identifican como una sola carne que son. Se convierten así en almas gemelas.

El ideal de una pareja sería que cada uno viera su propio reflejo mejorado en su cónyuge, pero sin perder la propia identidad, sin perderse del todo uno en el otro, pues entonces se perdería el encanto, se convertiría en una relación enfermiza. La diferencia entre la seducción manipuladora y el amor constructivo radica en el grado de felicidad o tormento que obtenemos tras haber sido seducidos por el candidato a cónyuge. Este es un punto muy importante al evaluar nuestra decisión a casarnos.

Cuando una pareja realmente se ama con un amor bueno y constructivo, se encontrara compartiendo confidencias que solo guardan para ellos mismos, estarán pensando en el cónyuge como su predilecto, por encima de cosas y personas; dialogando; compartiendo actividades; planeando modos de agradarse; anhelando su compañía, sus directrices, su atención, mutua. Cuando ambos cónyuges luchan por ser mejores acaban deseando entregarse lo mejor de sí mismos y crean un ambiente agradable, que refleja la felicidad que sienten por tenerse, que a su vez, ayuda a que su amor se conserve y profundice.

Blanca Mijares y Luis Lozano.

http://encuentra.com/matrimonio/mantener-el-amor-a-lo-largo-del-tiempo/

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