Por Blanca Mijares
Todos
los casados deseamos conservar el amor incondicional, de nuestro cónyuge, a lo
largo de la vida matrimonial. Quisiéramos conservar nuestra presencia dentro de
la mente y del corazón de nuestro cónyuge hasta que la muerte nos separe. Pero
muchos vemos, que en ocasiones, ese estado de seducción inicial se va
perdiendo, hasta convertirse en algo que se recuerda como si hubiera sido un
sueño irreal.
Nosotros
lo que queremos decirles es que no es un sueño imposible, el amor profundo e
incondicional entre los esposos es posible a lo largo del matrimonio. Sin
embargo, no se logra viviendo de cualquier modo la relación conyugal, sino que
se trata de una forma de comunicación que los cónyuges han de aprender,
conservar y que sigue ciertas leyes específicas, es un juego de amor que poco
tiene que ver con la belleza física o la edad; porque los esposos, aún teniendo
90 años, pueden seguir descubriéndose hermosos, pueden seguir sintiéndose
profundamente enamorados uno del otro.
Los
cónyuges enamorados tienden a serlo en cualquier situación. Son parejas que han
decidido y han aprendido a conservar un nivel emocional alto en su relación,
son parejas que continúan fascinadas y cuyo estilo varía muchísimo en función
al potencial que encierra cada tipo de carácter de cada uno. Esto nos ha
hecho concluir que no hay un carácter mejor que otro para el matrimonio, que
cada personalidad posee puntos fuertes que explotar que le pueden ayudar a
enamorar a su cónyuge, como también, áreas de oportunidad con las que puede
trabajar. La disparidad de caracteres no es un problema para los cónyuges, al
contrario, en los matrimonios exitosos los hábitos buenos de cada tipo de
carácter tienen un efecto de seducción en el otro cónyuge carente de ellas.
Los
cónyuges buenos para el matrimonio sueles caracterizarse por poseer virtudes
que logran mantener el amor a lo largo del tiempo, y aunque, en ocasiones vemos
perfiles más femeninos o masculinos, en general podríamos decir que son características
y hábitos que los definen como buenos. Estas virtudes necesarias para conservar
el amor conyugal no surgen de un día para el otro, son características que la
persona ha recibido con su temperamento al nacer, pero que ha ido forjando en
carácter a lo largo de su vida. Por eso, creemos que cualquier cónyuge que
posea la suficiente inteligencia para comprenderlo y voluntad para ponerlo en
práctica las podrá adquirir para convertirse a sí mismo en un excelente amante
y, de este modo, contribuir a la unidad y felicidad de su matrimonio. Solo es
necesario tener ganas de fascinar al cónyuge, de mirarle con ojos de amor y de
descubrir lo que necesita de nosotros.
El
conservar el amor durante toda una vida parecería a muchos como una falsedad
mantenida en el tiempo por los cónyuges o, al contrario, como personas
poseedoras de un código o de un hechizo secreto inaccesible para el resto de
los mortales. Nuestra labor durante años ha sido tratar de descifrar esos
códigos para ponerlos a la disposición de todo aquel que quiera ser feliz en el
matrimonio. Pues son herramientas que hacen la vida matrimonial y familiar
fácil y confiable, desde su comienzo y hasta que la muerte los separe, son
herramientas que otorgan a la relación matrimonial la sensación de agilidad y
fluidez, que generan optimismo y bienestar, que ofrecen seguridad. Por eso,
creemos que vale la pena tratar de profundizar en su conocimiento y en su
práctica. Verán que los resultados positivos son casi garantizados para la
mayoría de las personas casadas, a no ser que su matrimonio se haya fundado en
alguno de los escenarios que mencionamos en nuestro libro “Noviazgos de alto
riesgo, filosofía del amor conyugal”, que tendrán que sanar otras cosas antes.
Quien
trata de ser un buen esposo o esposa posee dos imanes que atraen
irremediablemente al otro cónyuge: Por un lado, lucha por ser como le gustaría
ser al otro cónyuge, emana virtudes particulares que le apetece imitar y llegar
a poseer, se presenta como capaz de guiar la relación por caminos que el otro
teme emprender en solitario, aventuras fascinantes. Gracias a su lucha por
mejorar su temperamento y al carácter adquirido, con todas sus virtudes y
defectos, el cónyuge se siente atraído por alguien valioso y hermoso, y no le
importa poseer carencias, pues cuenta incondicionalmente con las virtudes de su
cónyuge. Aquí encontramos el segundo imán: cuando un cónyuge se siente
bendecido con el valor del otro: está dispuesto a escucharle, a cederle
credibilidad, se siente feliz en su compañía, desea estar a su lado, comienzan
a identificarse y a compartir gustos y hasta modos de ser que les identifican
como una sola carne que son. Se convierten así en almas gemelas.
El
ideal de una pareja sería que cada uno viera su propio reflejo mejorado en su
cónyuge, pero sin perder la propia identidad, sin perderse del todo uno en el
otro, pues entonces se perdería el encanto, se convertiría en una relación
enfermiza. La diferencia entre la seducción manipuladora y el amor constructivo
radica en el grado de felicidad o tormento que obtenemos tras haber sido
seducidos por el candidato a cónyuge. Este es un punto muy importante al
evaluar nuestra decisión a casarnos.
Cuando
una pareja realmente se ama con un amor bueno y constructivo, se encontrara
compartiendo confidencias que solo guardan para ellos mismos, estarán pensando
en el cónyuge como su predilecto, por encima de cosas y personas; dialogando;
compartiendo actividades; planeando modos de agradarse; anhelando su compañía,
sus directrices, su atención, mutua. Cuando ambos cónyuges luchan por ser
mejores acaban deseando entregarse lo mejor de sí mismos y crean un ambiente
agradable, que refleja la felicidad que sienten por tenerse, que a su vez,
ayuda a que su amor se conserve y profundice.
Un
buen cónyuge no se improvisa.
1°.
Observa atentamente a su esposo o esposa, prestando gran atención a sus
movimientos, estilo de comunicación y cicatrices psicológicas. Esto quiere
decir que se toma tiempo para conocer al otro, para ponerse en su zapatos y
para tratar de entender su modo de ser único e irrepetible y por lo tanto,
valioso.
Algunos
cónyuges llegan a traducir señales, imitan gestos y posturas para generar
la identificación necesaria para poder comunicarse de mejor forma. De este modo,
el cónyuge que observa no solo aprende sobre el otro superficialmente, sino que
le ofrece un ambiente de confianza para abrir su corazón, para platicar lo que
a nadie más le ha contado, para ser como es sin miedo a ser rechazado. Cuando
alguien se siente completamente acogido, aceptado y querido, se siente
fascinado por el cónyuge que lo acoge.
Pero
esta acción tiene que ser sincera, tiene que estar impregnada de delicadeza, de
autenticidad, de amor, no debe de llevar ningún otro objetivo que fortalecer la
unidad; porque de no ser así, si lo que se busca es la manipulación del otro,
éste, irremediablemente, tarde o temprano, se dará cuenta de ello con nefastas
consecuencias para la relación: el cónyuge manipulado se sentirá desconfiado,
con suspicacias y la comunicación se cerrara, porque sentirá miedo. Por lo
tanto, el único propósito válido es compartir el mejor trato humano de ida y
vuelta.
2°.
Los cónyuges que conservan su amor en el tiempo, con frecuencia pero sin
avasallar: se llaman con frecuencia, se miran a los ojos el tiempo justo para
no sentirse intimidados, pero suficiente para sentir interés, se escuchan con
atención, se atienden con delicadeza, se otorgan la razón, se ceden el poder,
se reconocen los logros, muestran lo importante que es uno para el otro, se
ayudan a ser mejores, juntos se sienten más inteligentes, sensibles y
divertidos, su unidad exalta su masculinidad y feminidad, y captan sus genuinas
virtudes. Crean un mundo que gira alrededor de su unidad, donde ambos se dan y
acogen incondicionalmente, donde solo entre ellos se sabe lo que realmente
valen y son capaces. Este tipo de cónyuges muestran interés mutuo y expresan
verbal o gestualmente el impacto que les provoca el otro. No se dejan invadir
por la mediocridad y la monotonía.
3°.
Un paso más es el que dan al proveer las necesidades íntimas del cónyuge. Todos
padecemos de una necesidad profunda de amor, que aunque solo Dios es capaz de
llenar, en el matrimonio encuentra su expresión más hermosa y completa. Los
cónyuges que se aman por muchos años, sienten placer juntos, alimentan las
necesidades físicas, afectivas, psicológicas, intelectuales y volitivas mutuas.
Un matrimonio bien estructurado y funcional es la mejor fórmula para aumentar
la autoestima, seguridad, diversión, valentía, servicio, comunicación mutua.
Los cónyuges se van conduciendo a través de la vida con suavidad hacia su
destino de amor. El amor comprometido e incondicional prorroga la acción, la
fantasía de lo que vendrá; la creatividad se dispara, trabaja, imagina; la
inteligencia anticipa, piensa, elige. La vida conyugal se dinamiza. La unidad
trabaja de maravilla.
Pero
en este momento, el riesgo es que se crea que este es un estado permanente y se
mantendrá por su misma inercia. Si los cónyuges se distraen, si se confían, por
hallarse instalados cómodamente en el pensamiento y en el ser del otro,
corren el riesgo de que la relación se vaya enfriando, el trato delicado se
descuide, que las miradas se desvíen, que la creatividad se ocupe en otros
fines, que el tiempo se vacíe del otro. Independientemente de que caiga uno o
ambos cónyuges, la consecuencia es que la unidad se verá fracturada y la
relación dañada, más o menos dependiendo del tiempo y del tipo del descuido. En
principio surge el pánico a la pérdida, pero más tarde, la incredulidad, la
sospecha, la desconfianza, el deseo de cerrarse para el otro, de excluirlo de
la propia vida.
No
hay que olvidar que está en las manos de ambos cónyuges el gobierno de su
matrimonio, poseen el control sobre lo que su matrimonio es, pueden usar su
inteligencia y pueden manejar a voluntad la felicidad o la desesperación que
vivan dentro de su matrimonio. Y si saben conservar y cuidar las 3 actitudes
mencionadas de: observación, conocimiento, comunicación, dentro de una dinámica
de don y acogida mutuos, su amor se mantendrá en el tiempo, aún si han caído.
Recordemos que no somos perfectos, que esta es la primera y única vez que
vivimos y que por eso, podemos equivocarnos, pero también podemos reparar
nuestros matrimonios. Los cónyuges que estén consientes de esto tienen la
batalla ganada.
Queremos
hablar sobre ellas porque en muchas ocasiones son las que entorpecen las
relaciones conyugales o las destruyen. La mayoría de nosotros estamos tan
centrados en nuestras propias necesidades, que pocas veces podemos diagnosticar
lo que nuestro cónyuge necesita. En muchas ocasiones, el peso excesivo de
nuestras carencias nos hace cautivos de nosotros mismos, o nos empujan a buscar
consuelo en seductores oportunista que nos cautivan al aparentar poseer y
proveer lo que no encontramos en nuestro cónyuge. Nos sentimos seducidos por
alguien ajeno, esperando ganar algo importante para nosotros mismos, y a su
vez, el seductor se presenta a sí mismo intencionalmente como hipotético dueño
de la pócima anhelada para todos nuestros males.
Un
buen cónyuge procura conocerse lo mejor posible para hallar los aspectos más
sugerentes de su personalidad, para seducir a su esposa o esposo, pero además,
y más importante es conocer las necesidades, carencias y sistemas defensivos de
la pareja. Este análisis es vital para el matrimonio, porque así descubrirán lo
que pueden dar y lo que desean recibir. Solo al conocerse los cónyuges podrán
alcanzar un equilibrio inteligente entre estos dos polos de dar y recibir. En
este sentido, los esposos al haber comprometido su amor de por vida llevan una
ventaja sobre los amantes furtivos, porque ser blanco de la seducción de un
extraño produce una sensación incómoda de vulnerabilidad o de vértigo; que
produce el bloqueo de manejos externos y del embaucamiento de un tercero. Por
lo tanto, solo es seducido, por alguien más, el que quiere serlo.
Son
cónyuges imprudentes, inseguros o demasiado descuidados los que se acercan
voluntariamente al magnetismo ajeno para poseerlo. Y en muchas ocasiones, en
contra de lo que se cree, el otro no siempre es vil ni desea adueñarse de tu
cónyuge, simplemente se ha convertido en alguien atractivo para él o para ella
por las mismas carencias que padece, pero que en realidad es una persona que
solo desea llevarse bien con los demás.
Como
el matrimonio es una relación de naturaleza relacional sexual entre un hombre y
una mujer, es importante no descuidar las relaciones sexuales, y como en las
relaciones sexuales nos acogemos tal y como somos es importante presentarnos
guapos, limpios, es decir, agradables a los sentidos.
Pero
para alcanzar el paraíso de una relación sexual plena no deben descuidar su
emotividad, solo si son unidad de almas podrán ser realmente plena unidad de
cuerpos. Por eso, hay que descubrir lo que el otro desea y necesita, expresarle
palabras y gestos de amor, ayudarle en sus labores cotidianas, procurar
hacerle la vida más agradable y vivible, según el momento y las circunstancias.
Actuar generosa, inteligente y virtuosamente seduce.
Al
cónyuge bueno se le ama por convicción y no por obligación, es atractivo porque
domina su temperamento y se ha forjado un carácter amable, pero a la vez firme
y con ideas claras, gracias a su formación espiritual. No se trata de un
extraterrestre, un cónyuge bueno es una persona que acoge deseos, exhibe
virtudes y sufre carencias y necesidades como cualquier otro. La clave se
encuentra en tratar de enganchar todo estos con lo del cónyuge para ayudarse a
vivir la vida y a hacerse más felices y mejores personas.
El
arte de la belleza en el matrimonio exige energía y cuidado, que en ocasiones
podrá resultar agotador, pero que vale la pena intentar. Cuando una pareja de
esposos logran el equilibrio se sienten mejor cuando están juntos que cuando
están lejos, se enriquecen mutuamente con las virtudes del otro, se fascinan
compartiendo en exclusiva su vida, juntos se sienten importantes, únicos y
originales, pues siempre prestan una extraordinaria atención al otro, ensalzan
sus virtudes, fulminan sus complejos, se aprueban constantemente, y al hacer
todo esto, fortalecen y garantizan su unidad. La necesidad que todos
tenemos de ser aprobados, amados, atendidos y entendidos se ve satisfecha y ya
no podemos prescindir de ella.
Pero,
aún así, hay algo que se conserva, algo que se guarda en el corazón, algo que
nos mantiene siendo nosotros mismos, que nos da la confianza y ecuanimidad en
los momentos difíciles, y este algo es Dios en nuestro corazón, es vivir en Él
y Él en nosotros. Solo en compañía de este tercero la relación matrimonial
podrá alcanzar las profundidades y belleza que solo el amor Divino puede
impregnar a la mejor relación conyugal humana.
Fuente: Encuentra.com
Por:
Marisa U.
De González
El
sentirse atraído físicamente hacia alguien del sexo opuesto, no es sino el
primer paso que se ha de vivir para llegar a conocer el verdadero amor.
Sin duda,
afirmaciones como las siguientes tienen una pequeña parte de verdad y otro
tanto de ingenuidad por parte de quien las dice: "Quedé flechado con solo
verte", "fue amor a primera vista", "cuando te vi por
primera vez, supe que pasaríamos juntos el resto de nuestras vidas"… La
lista puede ser interminable pero, la pregunta es si realmente es posible
enamorarse de alguien en un primer encuentro.
Habría
que decir que el verdadero amor difícilmente podría surgir en un único instante
ya que es el fruto del trato y del conocimiento mutuo que se va dando entre dos
personas que han dispuesto sus vidas por común acuerdo para compartir lo que
podríamos llamar un "proceso de enamoramiento" y, como su nombre lo
dice, no se da en el aquí y el ahora, sino a través del tiempo y del trato
entre dos seres humanos que consideran que pueden llegar a tener algo en común
y poseen ambos la disponibilidad para conocerse más profundamente, y quizá
entonces y solo entonces, llegar a quererse.
El
sentirse atraído físicamente hacia alguien del sexo opuesto, no es sino el
primer paso que se ha de vivir para llegar a conocer el verdadero amor, pero
fincar una relación en este hecho, es como querer construir una casa sobre
arenas movedizas. A este primer momento o motor que mueve a la pareja a querer
seguir juntos, los estudiosos le han dado un sin fin de nombres: "La
mirada de las miradas", "el encantamiento", etc.
El
desenvolvimiento de la relación a partir de esta etapa inicial, nos la explica
Mercedes Arzú de Wilson ": El amor entre dos persona emerge de la
atracción física en un principio. Del plano físico va transitando al
psicológico y de éste, al espiritual. El anzuelo del principio suele ser casi
siempre físico… Las relaciones entre amor y sexualidad no es que sean
estrechas, sino que la una entronca directamente con la otra. Y a su vez, en su
seno vibran con fuerza todos y cada uno de los ingredientes que nutren lo mejor
del ser humano: lo físico, lo psicológico, lo espiritual y lo cultural. Aquí,
en el encuentro sexual lo que se destaca y toma el mando es la emoción
placentera del goce del acto sexual, quedando algo relegadas las otras tres
dimensiones, pero envolviéndolo todo. Por eso hay que volver a subrayar que la
relación sexual es un acto íntimo de persona a persona, nunca de cuerpo a
cuerpo. ¿Qué quiere decir esto? Sencillamente que cuando al otro se le trata
sólo como ser físico, portador de un cuerpo, se ha escamoteado la grandeza del
amor y su profundidad. Esto es lo que pasa hoy en algunas ocasiones."
Y
continúa diciendo: "El cuerpo es algo personal, particular, propio. Este debe
ser integrado en el conjunto de la personalidad… Amor personal comprometido,
estable, que vincula a lo corporal, a lo psicológico y a lo espiritual. Dicho
en términos más rotundos: El acto sexual auténtico, verdadero, es
simultáneamente físico, psicológico y espiritual. Los tres participan
simultáneamente en esta sinfonía íntima, misteriosa, delicada y que culmina con
la pasión de los seres que se funden en un abrazo… La sexualidad no es algo
puramente humano, un placer ligado al cuerpo, sino que mira a lo más íntimo de
la persona…
La
sexualidad es una pieza integradora de los planos físico, espiritual,
psicológico y cultural. Visión del hombre completo. Si la vocación principal
del hombre es el amor, toda la vida sexual debe vertebrarse en torno a él… Por
eso, ese amor que se esfuerza por mejorarse a sí mismo, perfecciona y conduce a
superarse a sí mismo dando salida a valores típicamente humanos: generosidad,
donación, confidencia, capacidad para hacer la vida agradable al otro evitando
el egoísmo y el pensar demasiado en uno mismo."
Así,
podemos concluir que amor y sexualidad han de formar un binomio inseparable que
requiere nutrirse y complementarse mutuamente. La sexualidad de la persona, no
debe de reducirse a una simple genitalidad. Cuando una persona se entrega
físicamente al ser amado, no pone en juego únicamente su cuerpo, es más bien
una donación que involucra la totalidad de lo que es, independientemente del
cuerpo que tenga, el cual, es a su vez el medio óptimo para exteriorizar y
poder comunicar todo aquello que llevamos dentro a través de las palabras que
encarnan nuestros pensamientos y del lenguaje corporal no verbal que muchas
veces logra decir más que mil palabras.
De esta
forma, la fusión de dos cuerpos unidos por motivos de amor y compromiso en el
matrimonio, se convierte en dialogo de intimidades que en exclusiva se dan a
conocer mutuamente en una entrega de personalidades, corazones e inteligencias
que por un momento se funden en "una sola carne" sin por ello llegar a
confundirse uno con el otro ya que cada uno sigue conservando la propia
originalidad, solo que ahora enriquecida por la donación que cada uno ha hecho
de sí y de la aceptación mutua del otro como un regalo.
Fuente: Encuentra.com
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Tipos de Realidad y Tipos de Perspectiva
Muchas veces, a veces en las cosas más banales (como un cuento, por ejemplo), dudamos del lugar en el que se encuentra la frontera entre la realidad y el mito, entre lo verdadero y lo fantástico. De vez en cuando pensamos también que cualquier cosa que escapa nuestra percepción sensorial no es real, es decir, que lo que no podemos ver, tocar u oír no forma parte de la realidad. Definir, pues, lo que es la realidad, es una labor difícil, pero sumamente importante al estudiar al amor, al noviazgo o al matrimonio.
El mundo de lo real está compuesto por
todo lo que es estudiable, por lo que es comprensible por medio de la
razón. Por experiencia, quizá, o simplemente por el estudio que hemos
hecho individualmente y que han hecho miles de personas antes de
nosotros, sabemos que la realidad está formada por dos modalidades que,
aunque son diferentes, tienen el mismo grado de realidad. Ambas son, en
otras palabras, igual de reales.
Por un lado, está el mundo de las cosas
materiales. Éste va desde lo más simple y pequeño, como un átomo o el
ADN, pasando por la maravillosa y enorme complejidad de nuestro cuerpo o
de los animales y los bosques hasta llegar a la inmensidad de los
planetas y las estrellas. El mundo material incluye también todo el
espectro de las invenciones del hombre, desde una silla hasta una
computadora.
Por otra parte está la realidad
inmaterial. A ella pertenecen esas cosas que a pesar de que no pueden
ser vistas, pesadas o medidas y de que son más difíciles de entender,
forman parte de la naturaleza espiritual que poseemos como seres
humanos. Nuestras intenciones, nuestras ideas, sueños e ilusiones,
nuestras mismas acciones…la amistad, los vínculos familiares o los
jurídicos y, por
por supuesto, cualquier expresión del
amor, son los componentes de esta otra parte de la realidad. Cualquiera
que haya vivido sabrá que todo esto es real; más real, si cabe, que
muchas otras cosas que sí podemos ver y tocar.
Como se dijo al principio, todo lo real
es estudiable. Nuestra inteligencia, aunque tenga sus limitaciones,
puede ir penetrando y comprendiendo la realidad poco a poco. Gracias a
ella podemos verificar nuestro conocimiento, afianzar lo que ya sabemos y
rectificar nuestros errores. De este último punto sale por necesidad la
observación de que el estudio de la realidad debe ser flexible: muchas
veces el camino más corto a la meta es dar unos pasos hacia atrás y
volver a comenzar. Uno no puede pretender tener siempre la razón; el
error es parte del hombre, y muchas veces el error es una oportunidad
idónea para obtener después un mejor avance. Al estudiar la realidad, se
debe tener en cuenta que no es algo simple, o sea, que admite muchas
perspectivas y que cada una de ellas puede aportar algo significativo y
acertado al panorama general.
Por lo tanto, la realidad implica
interdisciplinariedad al requerir diferentes perspectivas y diferentes
niveles de profundidad. Por ejemplo, al estudiar una relación amorosa,
pueden intervenir el derecho, la psicología, la sociología, incluso la
medicina; y cada una profundizará lo que pueda. El conocimiento de la
realidad exige, además de los elementos ya mencionados, profundidad, y
para profundizar es necesario amar la realidad, desafiarla, estudiarla
con pasión pero también con apertura…implica humildad, sobretodo.
Todo este análisis puede parecer un poco
tedioso; demasiadas palabras, muchos términos incomprensibles y
complicados…pero es crucial entender que llegar a comprender el
significado de la realidad es como haber subido un escalón en nuestro
entendimiento de cualquier otra cosa. Si se entiende, por ejemplo, lo
que es un ser humano, resulta mucho más fácil estudiar por separado cada
uno de sus sistemas o sus órganos; pero si nos enfocáramos en el pulmón
sin saber que forma parte de un todo más grande y más complejo, de nada
serviría nuestro estudio. Por eso, antes de querer comprender el
significado del amor, del noviazgo y del matrimonio, se debe entender al
menos un poco mejor la realidad que los engloba.
Como último elemento de este análisis de
la realidad, hemos de decir que la realidad de cualquier cosa se
localiza fuera de nosotros y que está contenida en cualquier objeto que
nosotros estemos estudiando. Poco a poco nos vamos formando en nuestra
mente representaciones más o menos adecuadas de esta realidad externa,
pero como ya se dijo, la realidad está allí antes de que busquemos
entenderla, y está allí, totalmente real, a pesar de que nuestro
entendimiento de ella sea erróneo o incompleto.
Funte: http://noviazgosdealtoriesgo.com/?page_id=236