El ambiente familiar que proporciona el matrimonio permite que los hijos crezcan, maduren y prosperen. Para los jóvenes, que aprenden de sus padres y de sus hermanos, el matrimonio forja su sociabilidad y sus virtudes. En especial, las parejas casadas satisfacen la necesidad de sus hijos de conocer sus orígenes biológicos, los une a su madre y a su padre, establecen un ambiente de amor en el que crecen, supervisan su educación, su desarrollo personal, y determinan su identidad mientras aprenden a moverse en un mundo más amplio. Éstos no son simplemente beneficios deseables, sino lo que les debemos a los hijos como seres vulnerables llenos de un gran potencial. Siempre que sea posible, los niños han de tener el derecho de conocer a su madre y a su padre, y éstos tienen la obligación solemne de amar a sus hijos incondicionalmente.

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