El para toda la vida puede ser visto como una especie de karma que nos lleva a soportar lo insoportable o, mejor, como una motivación que nos predispone positivamente a ser protagonistas de nuestro matrimonio, a no dejarnos estar, a ser creativos, a estar pendientes para que el proyecto que creamos y el amor que lo sustenta crezcan y se fortalezcan.
El matrimonio, como la vida, es un proceso: es algo dinámico, está en constante cambio. Lo creamos en un momento específico (el acto mismo en el cual prestamos nuestro consentimiento), pero a la vida matrimonial la VAMOS HACIENDO todos los días a lo largo de toda la vida.
Esto no es un dato menor: no es una decisión que tomé un día y ya está, sino que ese día me comprometí con mí mismo y con el otro hacia adelante. Y HOY decido cómo quiero seguir haciéndolo. Elegimos libremente quemar las naves y renunciar a la posibilidad de volver a elegir y, desde ahí, ponemos manos a la obra cada día.
Aparecerán novedades, desafíos, alegrías, bajones, nuevas expectativas y viejos dolores. Deberemos adaptarnos a cada uno de ellos ya que ese “para toda la vida” dependerá de CÓMO vamos viviendo y encarando cada uno de los AHORA que se nos vayan presentando.
Conscientes de que hacer crecer el amor es una elección diaria que tiene que ver con “querer hacerlo crecer”, tendremos entonces una actitud optimista ante la decisión de casarnos. Y, en su momento, enfrentaremos con buen ánimo las dificultades si las consideramos como oportunidades de crecimiento, más que como piedras en el camino que nos acercan al precipicio.
Saber preguntar, aceptar la opinión diferente, ponerse en el lugar del otro e intentar comprenderlo, conocer las diferentes formas de comunicarse de los hombres y las mujeres así como el lenguaje no verbal, negociar y hacer acuerdos.
En fin, hay muchas habilidades más que son de gran ayuda para aprender a disfrutar y a adaptarnos a los cambios que se sucedan a través de ese para toda la vida.
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