Los estados de derecho siempre han reconocido el derecho de cualquier persona a casarse, sea o no una persona religiosa.
Mientras que a menudo la ceremonia de los matrimonios religiosos y seculares difiere, el significado de esos matrimonios en el orden social siempre ha sido similar, y por eso el Estado reconoce los matrimonios  debidamente oficiados por las autoridades religiosas. Es más, las pruebas de las ciencias sociales actuales sobre la religión y el éxito matrimonial confirman la sabiduría de la tradición, que siempre ha reconocido y valorado el papel positivo que la religión ejerce cuando crea y mantiene el matrimonio como institución social4. La mayoría de los ciudadanos contrae matrimonio en instituciones religiosas. En muchos de estos casos, el sentimiento religioso acompaña y solemniza el compromiso matromonial y la posterior vida en familia. Por tanto, es importante reconocer el papel decisivo que tienen las instituciones religiosas en apoyar una cultura de matrimonio sostenible, de la cual depende toda la sociedad. Y también es importante  preservar la idea compartida de que el concepto matrimonio trasciende las diferencias entre los matrimonios religiosos y seculares, y entre los matrimonios dentro de las muchas tradiciones religiosas existentes.

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