Pruebas que vinculan la salud del matrimonio con el bienestar de los hijos (parte 2)
7:30 | 0 comentarios | familia, matrimonio
divorcio es más notable en los niños que en las niñas. Un estudio ha descubierto que los niños que crecen en familias monoparentales o con sus padrastros o madrastras tienen el doble de probabilidades de acabar en prisión que los que crecen en familias íntegras. Evidentemente, un matrimonio estable y los buenos roles parentales son determinantes para evitar que los niños tengan un comportamiento destructivo hacia la sociedad y hacia ellos mismos. Prácticamente en todos los estudios citados se han tenido en cuenta factores socioeconómicos, demográficos e incluso genéticos, ya que de otra manera se hubiese podido distorsionar la relación entre la estructura familiar y el bienestar del niño. Así, por ejemplo, en el caso de una familia monoparental pobre, ésta no tiene por qué acabar destrozada o sumida en la delincuencia. Además, un trabajo reciente sobre el divorcio ha investigado a gemelos adultos y a sus hijos para diferenciar los efectos específicos del divorcio del papel potencial que los factores genéticos (y socioeconómicos) pueden ejercer sobre los hijos. Esta investigación indica que el divorcio tiene consecuencias negativas en el bienestar psicológico y social de los hijos, incluso después de tener en cuenta las vulnerabilidades genéticas de los padres que se han divorciado.
Entonces, ¿por qué las pruebas relacionan el matrimonio con una serie de resultados positivos en el comportamiento de los niños? Tanto los mecanismos sociales como los biológicos parecen justificar el valor
de un matrimonio en la vida de los niños. Desde la perspectiva sociológica, el matrimonio permite a las familias beneficiarse de un trabajo compartido en las tareas del hogar, de dos sueldos y de los recursos económicos de los familiares de ambas partes. Por lo general, una madre y un padre casados invierten más tiempo y afecto, y supervisan más que un solo progenitor; y lo que es igual de importante, los dos suelen dirigir y mejorar su función de padres, aumentando los puntos fuertes, equilibrando las flaquezas de cada uno, y reduciendo el riesgo de que uno de los hijos sufra la furia o el rechazo de un progenitor enfadado y cansado. La confianza y la entrega asociadas al matrimonio también dan sentido a que un hombre y una mujer pasen su vida juntos, junto a sus hijos. A su vez, esta perspectiva de entrega invita, en la práctica, a invertir sentimental y económicamente a niveles más elevados en sus hijos que los padres sin pareja o que conviven con otra persona.
El matrimonio es especialmente importante para que padres e hijos se vinculen mutuamente. Para los hombres, el matrimonio y la paternidad van unidos. Como en nuestra sociedad (y en todas) el papel del padre es más discreto que el de la madre, éste depende más de las esperanzas y del apoyo social que el matrimonio otorga a los padres. El matrimonio prepara a los hombres para recibir constantemente el apoyo, las instrucciones y los consejos de la madre de sus hijos, y les da fuerza para que presten atención a estas lecciones. No es de extrañar que cuando un padre no está casado no está tan pendiente de sus hijos como lo está un padre casado. Los padres que no viven con sus hijos, los ven menos que los que viven con ellos y están casados, y en consecuencia su relación con el hijo no afecta a los resultados positivos en la educación. Por el contrario, los padres casados pueden ejercer una influencia permanente, importante y positiva sobre sus hijos, y esto es más que probable que se consiga en un matrimonio feliz.
La biología también importa. Los estudios sugieren que los hombres y las mujeres aportan diferentes puntos fuertes al matrimonio, y que la relación biológica de los padres con sus hijos tiene consecuencias importantes para los jóvenes, especialmente para las niñas.
Aunque las madres y los padres tienen mucho en común una vez que son padres, los estudios también sugieren que hay diferencias sexuales importantes. Las madres son más susceptibles a los llantos, palabras
y gestos de los bebés, niños y adolescentes, y en parte por esa misma razón, son mejores educando física y sentimentalmente a sus hijos. Estas habilidades maternales parecen tener una profunda base biológica: durante el embarazo y lactancia, las mujeres expermentan unos niveles altos de oxitocina, un péptido con función hormonal que fomenta el sentimiento filial.
Los padres de familia destacan por inculcar a sus hijos disciplina, protegerles, y estimularles a aprovechar las oportunidades y enfrentarse a las dificultades de la vida. Cuanto mayor sea el tamaño y la fuerza física del padre, unido al tono e inflexión de su voz y a la característica dirigente de su forma de hablar, mayor será su ventaja cuando se trate de disciplina; una ventaja que es particularmente eficaz en los niños, ya que hacen más caso a sus padres que a sus madres.
Asimismo, es más probable que sean los padres, y no las madres, los que animen a sus hijos a realizar tareas difíciles, superar los problemas sin rendirse y buscar experiencias nuevas. Parece ser que estas habilidades también tienen una profunda base biológica. Por lo general, los padres tienen mayores niveles de testosterona –una hormona asociada con la autoridad y la seguridad en uno mismo– que las madres.
Aunque el vínculo entre la naturaleza, la educación y los talentos específicos de los padres es sin duda complejo, no podemos olvidar las diferencias evidentes de sexo entre los padres, diferencias que el matrimonio erige en beneficio de los niños.
Sara McLanahan y Gary Sandefur, sociólogos en Princeton y Wisconsin, respectivamente, resumen de esta manera las razones por las cuales el matrimonio es importante para los niños: «Si nos hubieran pedido que diseñáramos un sistema para asegurarnos que se cumplían las necesidades básicas de los niños, probablemente hubiésemos llegado a la conclusión que el ideal es tener un padre y una madre, o algo parecido. Este ideal, en teoría, no sólo aseguraría que los niños pudiesen disponer del tiempo y el dinero de dos adultos, sino que también les proveería de un sistema de control y equilibrio que fomentaría una educación de calidad por parte de los padres. El hecho de que los progenitores tengan una conexión biológica con el niño, aumentaría las probabilidades de que se identificasen con los hijos y quisiesen sacrificarse por ellos, y eso reduciría las probabilidades de que alguno de los padres maltratase a sus hijos». Durante las últimas décadas, hemos experimentado con varias alternativas al matrimonio, y los resultados son claros: los niños que han crecido en familias formadas por parejas casadas, generalmente superan cada etapa de la vida con más éxito que aquellos que han crecido en familias con estructuras alternativas. Aquellos que se preocupan, como todo ciudadano debería hacer, por el bienestar de los niños, deberían preocuparse por la salud del matrimonio en la actualidad.
Los diez principios de Princeton
SOCIAL TRENDS INSTITUTE
Barcelona – Enero de 2007
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