Fuente: http://www.lecristo.com/index.php/
El
mal utiliza las engañosas atracciones del mundo y la sociedad que no
comparten valores para estimular deseos egoístas, y son éstos los que
alejan al alma de Dios y sus planes.
Dado
que en una relación el control es compartido por igual por cada esposo,
ambos deben ser abiertos, saber perdonar, ser flexibles y, si se llega a
un punto en que la relación puede hacer sentir temeroso o inseguro a
algunos de los dos, han de evitar lo que no se pueda controlar.
Los
esposos no están solos en el cumplimiento de su misión en la tierra.
Los enemigos son fuertes, pero mediante la oración y la orientación
espiritual apropiada, la pareja encuentra la confianza para enfrentar
cualquier situación.
Lo
mejor que pueden hacer por su matrimonio radica en esforzarse por lograr
la santidad. Mientras más llenos estén de Dios, más abiertamente
vivirán su vocación matrimonial.
Como
seres humanos, los esposos son vulnerables al egoísmo y a la
autosuficiencia, a la impureza del alma y cuerpo, a la
auto-complacencia, a la rutina, y si tratan de combatirlo solos, los
vencerá. Por eso existe la pareja, para ayudarse mutuamente.
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