Por lo general, el divorcio provoca una ansiedad emocional considerable en los hijos, doblando el riesgo de que estos experimenten problemas en etapas posteriores de sus vidas. Los hijos de padres divorciados tienen riesgos más elevados de depresión y otras enfermedades psíquicas a lo largo de sus vidas, en parte, debido a sus menores logros académicos, las consecuentes dificultades económicas y el elevado riesgo que sufren de tener ellos mismos problemas matrimoniales o llegar a divorciarse.
Además, los efectos psicológicos negativos asociados al divorcio no parecen deberse a una predisposición genética a las dificultades psicológicas compartida por padres e hijos. Dos estudios siguieron a gemelos y mellizos en Australia que se casaron y tuvieron hijos. Algunos de éstos se divorciaron luego. Al comparar los hijos de los padres divorciados con los de familias de padres casados, los investigadores vieron que los hijos de padres divorciados tenían bastante más probabilidades de padecer depresión, abusar del alcohol o las drogas, delinquir e intentar suicidarse. En palabras de los investigadores, “los resultados del modelo indicaron que el divorcio estaba muy relacionado con la sicopatología de los niños como jóvenes adultos, incluso descartando factores genéticos y del entorno”.
Sin embargo, existen evidencias de que los efectos psicológicos del divorcio son diferentes, según sea el nivel de conflicto entre los padres antes de divorciarse. Cuando el nivel de conflicto matrimonial es alto y sostenido, los hijos se benefician psicológicamente del divorcio. Cuando el conflicto es bajo, los niños sufren psicológicamente del divorcio de sus padres. Desgraciadamente, cerca de un 65 por ciento de los divorcios parece darse entre parejas con un nivel relativamente bajo de conflicto.

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