El matrimonio puede ser un reto, incluso para la pareja más bien ajustada y altamente compatible. Por desgracia, tratar con la responsabilidad de arreglar un matrimonio que falla puede ser aún más difícil y doloroso. Afortunadamente, no tiene que ser así. Con una comprensión de cómo comunicarse correctamente, volver a establecer la intimidad y evitar el juego de la culpa, arreglar un matrimonio puede ser una experiencia gratificante. Lea más para aprender a arreglar un matrimonio fracasado.

Instrucciones
• 1 Acuerden no llevar equipaje emocional. En un ambiente seguro, examinen las conductas que han contribuido al debilitamiento de la comunicación, la intimidad, la confianza o la fidelidad dentro del matrimonio. Explique los comportamientos que se deben cambiar y explique cómo cada cambio puede fortalecer las zonas debilitadas del matrimonio. Por ejemplo, piense en decir, “Al llamar para hacerme saber que vas a llegar tarde a casa desde el trabajo, soy capaz de hacer el ajuste al cocinar la cena. Esta pequeña cortesía podría hacer que esté menos estresada y que quiera hacer el amor con más frecuencia al final del día. ”
• 2 Sepa que junto a usted y su cónyuge pueden mejorar el estado del matrimonio. Acuerden incorporar expresiones afirmativas y refuerzo positivo en el marco de todas las comunicaciones. Inicien la comunicación con el reconocimiento de la emoción, no la asignación de la culpa. Por ejemplo, piense en decir, “Me sentí abandonado cuando fuiste incapaz de llegar a casa a tiempo para la cena de anoche. Me asusté porque sentí que me recordó la época en que tenía nueve años y mi papá se perdió mi recital”.
• 3 Acuerden no asignar culpas. Acuerden encontrar soluciones que fortalezcan y complementen el matrimonio. Ofrezca opciones que ofrezcan subsidios y margen de error. Por ejemplo, seguir la regla de tres días. De acuerdo a la regla, a su cónyuge se le permitiría dejar sus calcetines en el piso del baño por un máximo de tres días. Después de esto, debe quitarlos.
• 4 Establezcan un modelo de intimidad. Discutan cómo a usted y a su cónyuge les gustaría conectarse de una manera más íntima. Amplíen la conversación más allá de la intimidad sexual para fortalecer otras áreas del matrimonio, como la confianza. Piense fuera de la caja y decide sobre las actividades que permitan una conexión real.
• 5 Consideren la posibilidad de hablar con una persona de la iglesia, consejero matrimonial o sus padres sobre el problema(s) dentro del matrimonio. Busquen asesoramiento y la sabiduría de un padre o un profesional para orientar la toma de decisiones y ayudar a que la comunicación se centre en una dirección más positiva. Incorporen la información más adecuada y consideren la forma en que puede ser utilizada más eficazmente.

Fuente:  http://www.matrimonioydivorcio.com/arreglar-un-matrimonio-roto/
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En una época de nupcias, hay una pregunta que atormenta secretamente a más de un invitado a la boda: “¿Esta pareja se mantendrá junta?” Los amigos y familiares, inevitablemente, miran el noviazgo de la pareja como una plantilla para el matrimonio en sí. Después de todo, creemos que, si pelean por limpiar un apartamento del tamaño de una caja de zapatos, las tensiones sin duda aumentarán cuando se esté tratando con tres hijos y una cerca blanca.

¿Tales juicios son justificados? Sí, de acuerdo con Ted Huston, Ph.D., profesor de psicología y ecología humana en la Universidad de Texas en Austin. Huston cree que se puede aprender mucho acerca de la viabilidad de la pareja desde el tempo de su noviazgo y los sentimientos que tenían mientras estaban saliendo.
Huston encontró que los hombres que se sienten inseguros acerca de la relación cuando son parte de una pareja,  no se comprometen con el matrimonio, lo que produce un noviazgo y matrimonio dificultoso. Pero cuando las mujeres levantan sospechas similares, este tiene un efecto tardío: Los problemas por lo general salen a la superficie después de la luna de miel para causar estragos en la unión matrimonial.
Huston piensa que esto es debido a que “las mujeres suelen estar más interesadas en casarse que los hombres, por lo que van a procesar sus preocupaciones por más tiempo, pero no quieren hacer nada para romper el noviazgo”. La colega de Huston, Cathy Surra, Ph.D., distingue entre noviazgos “impulsados por un evento” e “impulsados por una relación”. Una relación que se intensifica sobre la base de factores externos que poco tienen que ver con el verdadero nivel de la pareja en la intimidad – como vivir juntos para ahorrar en el alquiler – puede ser caracterizada como orientada a eventos. Surra encontró que las parejas en tales uniones informan más conflictos y una mayor incertidumbre acerca de la relación. Aunque es demasiado pronto para decir si las parejas por eventos, en el estudio de Surra, están más dispuestas a terminar la relación.
¿Qué hay acerca de la duración del noviazgo y su efecto sobre el matrimonio?
En el estudio de Huston, las parejas felizmente casadas fueron novios por un promedio de 25 meses. En las uniones que no duraron, hubo correlaciones interesantes entre la duración del noviazgo y la duración del matrimonio. Las parejas que se divorciaron después de dos a siete años de matrimonio, a quien Huston denomina “desistidores tempranos”, son personas que sólo tuvieron esa única relación, y se casaron alrededor de tres años después. También tenían un enfoque de bajo mantenimiento para la relación, dónde nunca existió mucho romance.
Los noviazgos muy románticos no garantizan vivir felices para siempre, sino que están asociados con un camino más largo para el divorcio. Muchos matrimonios en los que la pareja se compromete con rapidez y se sintieron fuertemente enamorados el uno del otro sobrevivieron la marca de siete años. Estas parejas salieron un promedio de 18 meses, y estuvieron comprometidos en la mitad de ese tiempo. Los hombres, sobre todo, dijeron sentirse muy enamorados de su pareja. Huston especula que esa dicha temprana hace la gente que se mantenga junta por más tiempo cuando el matrimonio da un giro hacia lo peor.
Y mientras que enamorarse de forma relativamente lenta no tiene buenos resultados al principio para los recién casados, Huston encontró que después de dos años de matrimonio, los amantes menos apasionados eran tan felices como los que informaron amor a primera vista.
La investigación de Huston contradice la teoría dominante de la “angustia emergente” en el matrimonio: la idea de que los problemas de repente estallan dentro de los límites de una unión de lo contrario feliz, y que la historia de una pareja no es base para el juicio. De hecho, dice Huston, los problemas antes del matrimonio pueden ser comparados con un virus que “saldrá a la superficie en el matrimonio y erosionará la unión de la pareja, por lo que la relación se vulnera”.

Fuente: Matrimonio y Divorcio.Com

1. Mantenga su mente en su objetivo principal, que es tener un matrimonio feliz. Diga y haga lo que le permitirá a usted y a su cónyuge tener un matrimonio feliz. Evite todo lo contrario. Todo lo demás es complementario.
2. Sigan preguntándose, ¿Qué podemos hacer para tener un ambiente de felicidad, amor en nuestro hogar?
3. Céntrese en dar, en lugar de tomar. Diga y haga tantas cosas como sea posible para satisfacer las necesidades de su cónyuge.
4. Siga haciendo y diciendo cosas que le darán a su cónyuge un sentido de importancia.
5. Con frecuencia pregúntese, ¿Qué cosas positivas puedo decir y hacer para poner a mi (marido o mujer) en un estado emocional positivo?
6. Antes de hablar, aclare el resultado que desea. El significado de su comunicación es la respuesta que realmente consigue. Si la primera cosa que dice no está logrando su objetivo, cambie de enfoque. Recuerde que el respeto mutuo y la felicidad son sus objetivos reales. No discuta innecesariamente. El silencio es a menudo la opción más sabia. Siempre ténganse respeto mutuo.
7. Demuestre el aprecio y la gratitud de todas las maneras posibles. Diga algo elogioso un par de veces al día.
8. Sea un buen oyente. Entienda a su cónyuge desde su punto de vista.
9. Sea considerado con los sentimientos y las necesidades de su cónyuge. Piense en formas que no ha tenido consideración y se decidido en cuando a aumentar su nivel de consideración.
10. En lugar de culpar y quejarse, piense en una forma positiva de motivar a su cónyuge. Si sus primeras estrategias no son eficaces, piense en formas creativas.
11. Renuncie a las expectativas poco realistas. No espere que su cónyuge sea perfecto y no haga comparaciones.
12. No cause dolor con palabras. Si su esposo/a le habla de manera que le causa dolor, elija bien sus palabras, permítanse hablar entre sí de maneras de respeto mutuo.
13. Esté dispuesto a ceder. Esté dispuesto a hacer algo que preferiría no hacer a cambio de un comportamiento similar de su cónyuge.
14. Escriba una lista de formas en las que se ha beneficiado de estar casado/a con su esposa/o. Siga añadiendo a la lista y reléala con frecuencia.
15. Escriba una lista de patrones y cualidades positivas de su cónyuge. Siga añadiendo a la lista y léala con frecuencia.
16. Manténgase pensando en lo que puede hacer para sacar las mejores cualidades de su esposo/a. Refuerce las cualidades con las palabras y la acción.
17. Céntrese en la búsqueda de soluciones a los problemas que surjan. Sea orientado a la solución. No sólo culpe y se queje. No se centre en quién es más malo. Para un matrimonio feliz, trabajen juntos para encontrar soluciones mutuamente aceptables.
18. Recuerde sus mejores momentos. ¿Qué es lo que dijo e hizo cuando se sintió mejor respecto del otro? Increméntelos.
19. Busque actividades positivas que pueden hacer juntos.
20. Viva en el presente. Lo qué salió mal en el pasado es del pasado. Cree el presente y el futuro con sus pensamientos, palabras y acciones ahora mismo. Elíjalas sabiamente.
Fuente: Matrimonio y Divorcio.Com 
«En un matrimonio sano existe una relación activa, interés del uno por el otro, participación en la vida del otro. Una relación entre dos personas no consiste en tiranizar, exigir y mandar, sino, ante todo, en pedir, en dar, en ayudar y en responder el uno al otro. Consiste en alegrarse de todo corazón con el otro y también en poder sobrellevar juntos los momentos difíciles; aceptar al otro tal como es, así como uno se acepta a sí mismo con sus defectos y debilidades. De tal manera, los esposos tampoco llegan a exigirse demasiado mutuamente, con pretensiones egoístas o con unas expectativas infantiles de ser mimados como en los tiempos de la niñez».
 
«Una buena relación implica comprender que cada uno necesita más amor que “merece”; es más vulnerable de lo que parece; y todos somos débiles y podemos cansarnos». 
 
Fuente:  La familia, tarea para hombres y mujeres de hoy
Francisca R. Quiroga
Sección: Noviazgo y matrimonio
Autora: Blanca Mijares.



Dentro de ese amor a los hermanos en Cristo, donde la Madre Teresa de Calcuta ha sido un gran ejemplo, que invita a algunos a consagrar su vida a Dios y sus hermanos por el Reino de los Cielos; encontramos también, el amor conyugal como un modo bien específico de amar a imagen y semejanza de Dios, capaz de perfeccionarnos y de llenarnos de vida. Esta capacidad de amar conyugalmente la encontramos impresa en nuestra naturaleza humana sexuada y se nos ofrece como posibilidad de perfeccionamiento personal a nuestra libertad. Todo joven tras la pubertad toma conciencia de su capacidad de amar de este modo: se da cuenta que es capaz de entregarse y de acoger a otro, igual en dignidad pero complementario en lo sexual, para formar una unidad indivisible y biográfica, para tener hijos propios y educarlos, y ser un bien reciproco, uno para el otro. No es gran ciencia saber esto, pero son muchos los que llegan a la ceremonia nupcial no queriendo esto y por lo tanto, hiriendo de muerte a su propio matrimonio desde su nacimiento.
Aunque es una tendencia impresa en nuestra naturaleza humana-sexuada, y se ha vivido en todas las épocas, el hombre como ser creativo y libre puede desvirtuar la naturaleza del amor conyugal y vivirlo de forma antinatural y por lo tanto, inhumana. Son muchos los casos de fracasos matrimoniales donde encontramos el fracaso no en la institución del matrimonio en sí misma, sino en las personas que lo fundan ya sea porque llegan al matrimonio sin saber en que consiste casarse, o ya sea porque desconocer su capacidad o la del otro para amar conyugalmente, o porque no han decido el matrimonio con esta persona en particular de forma libre, es decir reflexionada y voluntariamente. Creo yo que esta es la razón de fondo de muchos fracasos matrimoniales.
Por eso, por un lado,  es labor de todos defender la identidad del matrimonio real, para proteger a nuestros jóvenes de futuros fracasos matrimoniales que tanto dolor traen consigo para la pareja, sus hijos y familiares. Y por otro, tenemos que ayudarlos a forjarse en buenos amantes, es decir en personas valiosos gracias a la práctica de hábitos operativos buenos , como la generosidad, el compromiso, la paciencia, la prudencia, el orden, el respeto, el buen modo, la educación, la discreción de juicio, la fortaleza, el control de los impulsos, etc.  Que tengan aspiraciones altas, que sean capaces de apostarse y comprometerse por sus anhelos de trascendencia espiritual; que no sean ciegos ante los demás, que sean capaces de ver lo único, valioso e irrepetible de todos y cada unos de los demás seres humanos y deseen hacerles el bien; pues solo educando a hijos buenos segun el amor inteligente, voluntario, comprometido y generoso de Dios, es que los capacitamos para que alcancen sus mayores posibilidades de realización personal. En este sentido, la fe cristiana es el mayor bien que les podemos ofrecer como padres, no lo descuidemos o menospreciemos, pues su felicidad dependerá de ello.
Aurora: Blanca Mijares.

La persona humana participa del mundo material, somos producto de la evolución, poseemos un ADN, nacemos, nos reproducimos y morimos; es decir, que estamos limitados por el tiempo y por el espacio, como cualquier otro ser vivo. Pero, también participamos del mundo espiritual, que es lo que nos especifica como Homo sapiens sapiens, es decir, como una especie superior a las demás especies: que piensa; que posee un mundo interior donde se vive; que es capaz de crear; de dirigir su vida; de transformar el medio ambiente y adaptarse a él; que siente; que decide y responde a lo que le sucede con responsabilidad o no; que es capaz de amar y de comprometerse; que puede actuar con inteligencia y voluntad, es decir, con libertad; que puede impregnar de intencionalidad esos actos; que posee ilusiones, sueños, proyectos; que posee una identidad relacional, ya que siempre se presenta, por ejemplo, como hijo, hermano, esposo,  padre, amigo, alumno, maestro, súbdito, colega, compañero, jefe, de alguien; que se perfecciona y enriquece con esas relaciones que le identifican; que es capaz de poseer bienes; que es capaz de forjarse en una persona valiosa, como en una deplorable; que posee derechos inherentes a su condición humana, que se han de respetar y promover;  que vive una intensa vida emocional; etc. Realidades, todas ellas, que aunque son más difíciles de entender y de medir por las ciencias exactas, son igualmente verdaderas sobre la naturaleza humana.
Dentro de este maravilloso mundo de la espiritualidad humana lo que más especifica al ser humano es su capacidad de amar. El hombre al ser imagen y semejanza de Dios, que es amor, se realiza, perfecciona y plenifica amando en la unidad que es espíritu-corporal. Cada persona es capaz de amar con todo su ser y con toda su alma a otro ser personal. Y si somos consientes de que entre los seres amables hay unos más valiosos que otros y que entre más valioso es un bien mayor será la riqueza que se nos ofrece, veremos como el empeño por conseguirlo pone orden, sentido y proporción a nuestra vida. En este sentido, Dios es el máximo bien al que el hombre puede adherirse y el que mayor sentido, orden y proporción le puede dar a nuestra vida. Y tras este gran amor nos encontramos que para el hombre solo es digno de ese amor total, integro, comprometido, generoso, biográfico, otro hombre. Son los únicos dos tipos de amor capaces de proporcionarle los mayores niveles de compañía íntima y de realización personal, y por lo tanto, de proporcionarle niveles profundos de tranquilidad espiritual y de cierto grado de felicidad por la labor realizada por hacer vida ese amor sentido en el corazón... CONTINUARÁ... 
Puede ser que nunca nos hayamos dado cuenta de la importancia de hacer sentirse “seguro” a nuestro cónyuge; pero este elemento es imprescindible si buscamos un matrimonio fuerte y exitoso, capaz de enfrentar cualquier adversidad.

¿Alguna vez has salido a caminar por alguna calle luego de una tormenta de nieve y hielo? Eso puede hacerse, pero siempre existe el nerviosismo interior de saber que en cualquier momento podemos darnos un terrible golpe.
Lo que muchos esposos y esposas no se dan cuenta, es que la ausencia de seguridad en una relación es como sentenciar a una persona a vivir caminando sobre una calle cubierta de hielo.
Nunca tienes libertad para vivir completamente tranquilo en un hogar en el cual la inseguridad ha congelado la relación. Es imposible disfrutar de un matrimonio si siempre estás luchando por mantener el equilibrio.
Lamentablemente, en más y más hogares es siempre invierno y nunca primavera. Pasan meses y meses en los cuales la cálida luz de la seguridad jamás penetra las frías nubes invernales de la inseguridad. Sin embargo, existe un antídoto para vivir la vida debajo de una oscura nube.
Puedes traer calor a una relación de una manera extraordinaria. En verdad, hoy mismo puedes hacer algo que será como liberar toda la fuerza del sol del verano sobre tu matrimonio. ¿De qué se trata? Se trata de proveer a nuestros seres queridos seguridad incondiciones, que es un aspecto importantísimo del sustento.

Derretir la desconfianza
La seguridad actúa en un matrimonio como la luz del sol en una planta. Si dejas a una planta en la helada oscuridad de la inseguridad, pronto todas sus hojas se marchitarán y se pondrán color café. Si recién hemos “plantado” una relación, las frías sombras de la desconfianza pueden impedir que esa relación crezca. Una planta debe recibir luz solar si esperamos que sea saludable y florezca. La seguridad para un matrimonio es lo mismo que la luz del sol para una planta.
Se recibe seguridad cuando un hombre y una mujer se dicen mutuamente: “Eres tan valioso para mí, que suceda lo que sucediera en esta vida, yo estaré comprometido contigo. Eres tan valioso, que pasaré el resto de mi vida cumpliendo mi promesa de amarte”.

En resumen, es un reflejo de la clase de seguridad que tenemos en nuestra relación con Cristo. Romanos 8:35-39 dice: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: ‘Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero’. Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor”.

¡Eso es seguridad! Y cuánto más podamos reflejarles a nuestros seres queridos el mismo nivel de seguridad que tenemos en Cristo, tanto más estaremos bañándonos con esa tan necesaria luz solar. Esto es válido para aquellas madres que desean que sus hijos se sientan confiados en sus relaciones de amistad, y más tarde en la relación de noviazgo. Es válido para los padres que desean que esos mismos hijos tengan éxito en la escuela y más tarde en sus profesiones. Es especialmente válido para el esposo o la esposa que desea un matrimonio saludable, y no uno que se está marchitando.

Seguridad en la Pareja
Cable a tierra
Todo matrimonio duradero implica un compromiso incondicional con una persona imperfecta. Esto significa que podremos mirar las imperfecciones del otro y decir: “Esas hojas color café me irritan, pero voy a descubrir qué es lo que las ha causado, y veré si puedo ser de ayuda. No me importa cómo te encuentres, estaré a tu lado y te ayudaré a crecer”. Sin esta clase de compromiso, será más probable que digamos: “No puedo soportar esas hojas de café. ¡Me han molestado por años! ¡No aguanto más; me voy!”
Para todos nosotros, la seguridad es un prerrequisito esencial, no una opción emocional. Seamos aún más específicos: consideremos cómo podemos ayudarles a nuestros seres queridos a crecer proveyéndoles la luz de la seguridad en su vida.

Te recomiendo que le preguntes a tu cónyuge: “¿Qué es para ti la seguridad?” Presta atención a cuáles sean sus respuestas. La seguridad puede traducirse de la siguiente manera: “Permíteme dar mi opinión en las decisiones financieras”. “Haz tiempo para los devocionales familiares”. “Llámame cada día cuando salgas de viaje”.
Si comprendes lo que es la “seguridad” para ellos, entonces podrás comenzar a hacer un depósito tras otro en su banco de amor. Esto te redituará altos intereses en tu relación. Al procurar construir seguridad en tu cónyuge, a través de actos pequeños y positivos, lograrás algo más que añadir marcas positivas en el libro de tu matrimonio. Les ayudarás también a ellos –y a ti mismo– a guardarse de la tentación de atravesar la puerta llamada “deshonor”.

El verdadero amor significa un compromiso sacrificial que implica valor, especialmente cuando la otra persona no está en condiciones de respondernos. La seguridad nunca debería ser algo que tomamos o dejamos de acuerdo a las conveniencias. Debe ser una convicción permanente de que nuestro compromiso sigue inmutable y lo seguirá siendo, pase lo que pasare.
Algunas veces en un matrimonio deben realizarse sacrificios, pero una y otra vez elevarán el nivel de seguridad en un hogar.
A pesar de que muchos hombres y mujeres no se den cuenta, nunca crecemos lo suficiente como para no sentir una profunda necesidad de que nuestros seres queridos apoyen con entusiasmo nuestros intereses. Lo que esto significa en un matrimonio es que la luz de la seguridad puede brillar sobre la pareja cuando mostramos un interés activo por la vida de nuestro ser amado.
El amor es una decisión
Para muchas parejas, estar comprometidos el uno con el otro significa mostrar interés en las cosas que valoran individualmente. Un alto nivel de seguridad en la pareja muestra claramente la calidad de amor que existe entre ambos.
Como luz para una planta, así el calor de la verdadera seguridad puede ser el primer elemento que un esposo o una esposa aporte a una relación exitosa.

Tomado del libro: El amor es una decisión, de Editorial Grupo Nelson
Gary Smalley & John Trent.
Por momentos estamos tan encerrados en lo que nos pasa que no somos capaces de ponernos en los zapatos de nuestro cónyuge. ¿Es posible resolver este milenario problema? La importancia de entenderse el uno al otro.

Ni el hombre ni la mujer dudan de que las mujeres tengamos sentimientos. Siempre estamos preparadas para recordarles a nuestros esposos que no se olviden de nuestros sentimientos y emociones. “Nunca piensas en lo que yo siento”. “Esto ha herido mis sentimientos”. “¡Eres muy insensible!” Si eres la esposa, es posible, incluso probable, que nunca hayas oído estas palabras de labios de tu esposo.

Muchas veces las mujeres no somos conscientes de que nuestros esposos poseen sensibilidad y emociones. De la misma manera, los hombres han sido condicionados para suprimir sus sentimientos y evitar expresarlos, de forma verbal o no verbal. En situaciones extremas, el nacimiento de un niño o la muerte de un ser querido, por ejemplo, nos hace entrever las emociones de nuestro esposo, pero las experiencias menos importantes de la vida diaria pueden que muy pocas veces provoquen respuestas emotivas. Como este suele ser el caso, una mujer puede concluir, de manera equivocada, que los hombres no tienen sentimientos.

Ese fue sin duda mi caso, y definitivamente es un error pensarlo. Si no estás segura de la afirmación rotunda que acaba de expresarse, piensa en esto: Dios ha dado a los hombres una tarea que implica una sensibilidad emotiva superior. Dios les ha pedido a los maridos que amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia (Efesios 5:25). No le pidió al esposo que razonara con su esposa o que la aplacara. Le dijo al esposo que ame a su esposa. Dios hizo a los hombres capaces de esa gran tarea emocional.

Tu esposo tiene sentimientos. Puede ser que no tenga las palabras o el entrenamiento adecuados para expresarlos, pero siguen existiendo. Lo más probable es que no haya practicado verbalizar lo que siente. Puede ser que sea capaz de expresar sus pensamientos, pero expresar lo que siente es distinto. Las mujeres practican la expresión de los sentimientos todo el tiempo. Cuando nos reunimos con una amiga para comer, no tenemos por qué estar hablando del tiempo, de deportes o de cualquier otro suceso actual; hablamos de lo que hay dentro de nuestro corazón. Verbalizamos emociones.  Eso no ocurre con los hombres. Ellos experimentan gozos, penas e inseguridades igual que las mujeres, pero muchas veces no los expresan.


EspososComo una esposa amorosa, es necesario que ayudes a tu esposo a identificar esos sentimientos y emociones, y a expresarlos. El primer paso en este proceso es, obviamente, reconocer que tu esposo tiene sentimientos. Ya estoy escuchando a alguna decir: “Kendra, tú no conoces a mi esposo. No tiene otro sentimiento que no sea la cólera, y le encanta expresarla cuando se me olvida llenar el depósito de gasolina”.
Tienes que confiar en mí. Pensemos en algunas pistas útiles. Hombres, esto también es bueno para ustedes cuando validan las emociones de sus esposas.

Sé paciente. Escucha. No regañes. Eso no lo ayudará a pensar en sus sentimientos. Probablemente resulte todo lo contrario. No le pidas a tu esposo que “se abra y hable”. Puede ser que sea suficiente por ahora con que seas consciente de que, en algún lugar oscuro y recóndito de su masculinidad, tiene sentimientos y emociones.

Nunca ridiculices a tu cónyuge por los sentimientos que expresa. Nunca. Cuando alguien elige revelar sus sentimientos, se vuelve muy vulnerable. No utilices esta intimidad como arma.

Cuando tus hijos, chicos o chicas, sean testigos de la cariñosa libertad que tu cónyuge y tú tienen para hablar de sus sentimientos, se sentirán con más confianza para expresar también los suyos. Todos tenemos emociones, estén enterradas, enmascaradas o se muestren abiertamente. Ser un chico joven con sentimientos está bien. Ser una chica joven con sentimientos también está bien. Ser capaz de expresar las emociones no indica superioridad. Tampoco lo indica ser capaz de suprimirlas.

Fui criada en una casa donde los adultos no siempre hablaban de forma cariñosa sobre los asuntos emocionales. Muy a menudo, era como un combate de gritos que iba seguido de demostraciones de cólera y de llantos.
Por el bien de tus hijos... ama a tu cónyugeLa expresión de emociones negativas e hirientes que presencié cuando era niña es muy diferente a lo que sugiero al hablar de dar a conocer nuestras emociones. Cuando tú como padre o madre expresas tus sentimientos de forma constructiva,  tus hijos experimentan un modelo positivo de matrimonio y de relaciones sanas.

Tomado del libro: Por el bien de tus hijos... ama a tu cónyuge de Editorial Portavoz