« ¿Por qué me siento triste cuando pienso en las líneas paralelas que están siempre una al lado de otra y no se encuentran nunca?». Así se expresa Hélder Camara. Efectivamente, el sueño de unidad y de presencia mutua no se realiza automáticamente y por arte de magia. Tiene que verificarse superando dificultades profundas, paradigmas de comportamiento. 


Existen muchas fuerzas y estructuras modernas que impulsan a la pareja hacia la desunión. Hay demasiadas demandas a vivir vidas separados, es decir, como casados solteros. Están, en primer lugar, los roles asignados e interiorizados: el varón tiene unas funciones, y la mujer otras; el varón tiene unas actividades y responsabilidades, y la mujer otras. Se espera que el varón sea fuerte, y la mujer cariñosa y tierna; se espera que el hombre trabaje y traiga el dinero, y que la esposa atienda a la casa y eduque a los hijos. Las diversiones son diferentes para cada uno. Los trabajos profesionales introducen a cada uno en un mundo diverso de relaciones personales.


Se espera que el varón tome la iniciativa en la relación sexual, y que la mujer esté dispuesta a complacerle. Se han interiorizado unas ciertas expectativas y obligaciones con respecto a la frecuencia, gratificación y disfrute sexual.

La libertad y la autonomía personal se malentienden frecuentemente como independencia. Cada uno por su parte. Los roles asignados son fijos y paralizan la creatividad o la vitalidad. El guión de la vida del esposo y el de la esposa les vienen socialmente prescritos con más o menos rigidez: mis cosas, tus cosas; mis obligaciones, tus obligaciones; mi trabajo, tu trabajo; mis amigos, tus amigos; tu familia y la mía. Esta necesidad práctica de distribución de roles y tareas refuerza las actitudes de independencia. Termina encarcelando a cada esposo en su mundo y reduciendo al mínimo el mundo común. En este contexto, realizar el matrimonio como aventura de amor significa romper un cerco de esperas y expectativas sobre el otro. Significa relativizar y compartir los roles: el trabajo doméstico, la educación. Significa vivir el proceso del amor interpersonal de modo creativo y original. Cada uno necesita sentirse persona más allá de sus roles y funciones, más allá de las rígidas expectativas prescritas culturalmente. Los dos necesitan hacer cosas juntos, desarrollar intereses comunes. Y, sobre todo, vivir en actitud de comunión lo que es diverso.

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MA/ALIANZA: Es cierto que actualmente se está produciendo un cambio de mentalidad que tiene consecuencias y repercusiones de hondo calado. La vida conyugal se entiende como encuentro y relación personal, íntima y responsable entre un hombre y una mujer. El matrimonio se sueña como un proyecto de vida, no es sólo un estado de vida. Parte de una elección libre. Es un quehacer y un desarrollo continuo basado en la interacción recíproca. Con la boda comienza un tiempo de realización de las promesas. El amor de novios, emotivo y romántico, tiene que irse convirtiendo en amor conyugal, realista y racional. El «sí quiero» se despliega en el sí diario. La alianza de amor se muestra como permanente vocación de amor en la convivencia.


 MA/EXITO-CAUSAS: Actualmente, entre los elementos subjetivos que contribuyen al éxito matrimonial se enumeran los referentes al ajuste relacional, como son la fidelidad, el aprecio mutuo, la aceptación, la comprensión y la tolerancia. En el segundo lugar de la escala están los factores de la convivencia, como son el compartir los quehaceres domésticos, el tener gustos e intereses comunes, relación sexual feliz, independencia de la «familia política». Los componentes materiales e ideológicos, como son las creencias religiosas, las ideas políticas, los ingresos económicos adecuados, las buenas condiciones de vida, ocupan el último lugar de los factores subjetivos del logro de la felicidad conyugal .

En conjunto, pues, se exige más calidad humana a la vida matrimonial. La relación conyugal se especifica por la dimensión existencial y afectiva; está a merced de las decisiones libres y autónomas de cada persona. El éxito o el fracaso de la relación se mide por su capacidad para satisfacer las necesidades de cada persona. Por otra parte, las mismas investigaciones positivas de tipo sociológico muestran el avance de la mentalidad divorcista no sólo en números absolutos, sino también en cuanto a las razones que lo justifican. En favor del divorcio, además de los motivos duros, como son la violencia y la bebida, se aducen las razones de falta de amor mutuo, de infidelidad permanente y de insatisfactoria relación sexual.

Y es que, en efecto, con la boda solamente se intensifica el proceso del encuentro e interacción personal. El casamiento constituye un «estado de vida» en cuanto un punto de partida. Representa la culminación de un proceso de conocimiento y sintonización entre un hombre y una mujer. Es un «sí» en el que culmina una etapa de la vida personal y una historia de amor; pero es, sobre todo, un compromiso de caminar juntos y construir juntos el futuro común. Nada está garantizado. Todo está en movimiento. El estado de vida va configurando la aventura de amor. La nueva situación es más compleja. La relación se globaliza: concierne a la persona entera en la totalidad de su vida y actividad. La relación interpersonal se complica con alicientes externos e internos. El dinamismo difusivo del amor se encuentra con los conflictos, las discrepancias, la autoprotección, los cambios en la vida de cada persona. Y el amor inicial tiene que ser suficientemente robusto y arriesgado como para construir la relación de amor matrimonial a través de todo tipo de obstáculos.

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