¿Cómo sacar el mejor provecho al uso de la televisión? Especialistas en educación familiar nos brindan 27 útiles y prácticos consejos, para aprender a utilizar la televisión como un medio eficaz para la educación de los hijos.
La televisión, utilizada con criterio, puede ser un medio muy eficaz para la educación de nuestros hijos. Nadie quiere más y mejor a nuestros hijos que nosotros, sus padres, por lo tanto estamos obligados a utilizar la televisión como un medio más, de los muchos que existen a la mano para educarlos en los valores de la vida, y tenemos el derecho a que ésta sea de calidad, y respete su derecho a crecer con dignidad.

1. Los hijos deben ser enseñados por sus padres, tanto a ver espacios televisivos gratificantes y enriquecedores, como a no ver aquellos que le puedan degradar en su dignidad humana. Si los padres no enseñamos a ver televisión a nuestros hijos, ¿quien lo hará?

2. Tenemos que enseñar a los hijos a que no hay que “ver televisión”, sino que hay que ver programas de televisión. Así podremos desarrollar la capacidad de selección y discriminación, que nos habilitará para ver aquello que nos conviene y no mirar aquello que no nos convienen ver. Debemos preguntar a nuestros hijos ¿Qué quieren ver?, mas que ¿Quieren ver televisión?.

3. Para crear un criterio de selección al momento de ver televisión, debemos evitar tener prendida la televisión, cuando no hay nadie viendo un programa determinado.

4. Un buen modo de afirmar las ideas anteriores, es no tener a mano el control remoto. El “zapping”, o la costumbre de cambiar permanentemente de canal de televisión, dado que esto es contrario al criterio de selección que debemos desarrollar en nuestros hijos para ver la televisión.

5. Nuestros hijos no deben tener un aparato de televisión en su pieza. Esta costumbre incentiva el aislamiento, provoca una adicción a la televisión y es contrario a la vida de familia. Debemos tener presente que una adicción desordenada a la televisión impide el juego de nuestros hijos, su creatividad y la convivencia familiar.

6. Es conveniente tener un horario preestablecido para ver programas de televisión. Como todas las cosas, la televisión tiene “su lugar” en vida familiar, junto a otras actividades.

7. No use la televisión como una “niñera electrónica”, dado que ella no cuida verdaderamente a nuestros hijos, especialmente si los dejamos ver “lo que están dando”. Cuando ambos padres trabajan, este criterio es especialmente importante.

8. La capacidad de imitación que tiene el niño debe ser orientada hacia el conocimiento de personajes reales y ejemplares (Por ejemplo: Deportistas, héroes de nuestra historia, poetas destacados, etc.), y no hacia “héroes imaginarios” e inexistentes.

9. Echarle la culpa a la televisión es la salida fácil. Los padres no debemos abdicar en la lucha por que en la casa se vea buena televisión, teniendo siempre presente que nos corresponde a nosotros el deber y la responsabilidad formativa de nuestros hijos.

10. Si puede, es muy conveniente que los padres acompañen a sus hijos a ver televisión. De esta forma podremos conocer directamente los efectos que los programas que ven les producen en nuestros hijos.

11. No todos los programas dan lo mismo. Debemos preferir que nuestros hijos vean aquellos espacios que tengan que ver con el desarrollo de valores familiares, amor a la naturaleza, ocupación positiva del tiempo de ocio, estudio y cultivo de la cultura y del espíritu, etc., a aquellos programas insustanciales o superficiales.

12. No es conveniente que el niño vea el programa que se le antoje, tanto con la complicidad de sus padres como a escondidas de éstos. No conviene dar por sentado que todos los programas llamados “infantiles” tienen un contenido adecuado. Los padres debemos orientar a nuestros hijos en este sentido, lo que nos obliga a informarnos adecuadamente al respecto.

13. Los padres debemos informarnos del contenido de los programas de televisión. Cualquier espacio que incluya erotismo, sexualidad, violencia, maldad, permisividad, delincuencia, racismo, etc…., no es apto para niños. Y los padres deben saberlo, y evitar que sus hijos los vean. Para lograr esto, se pueden consultar las guías de calificación de la programación de la televisión que se publican a instancias de diversos organismos y en revistas como Hacer Familia.

14. Hay que tener presente que los hijos deben aprender los valores morales antes que nada en el ámbito de la familia, y en la convivencia con las demás, y no en los personajes y acciones de la televisión.

15. Los padres de familia deben esforzarse por buscar alternativas a la televisión: deporte, visitas a museos y parques naturales, sesiones de teatro, proyección de videos, fomento de conversaciones familiares, prácticas de acciones solidarias a favor de los demás, etc.

16. La “cultura de la imagen” debe llegar a los niños por medios que no sea exclusivamente la televisión, es decir, por fotografías, exposiciones, mapas, lectura, etc.

17. Inevitablemente, y no obstante nuestros esfuerzos, habrá contenidos televisivos contrarios a los valores familiares. Es por ello que los padres debemos fomentar que los programas sean analizados y conversados en reuniones de familia, por ejemplo en las comidas. Esto no solo enriquece la comunicación familiar, sino que es una muy buena manera de dar un apoyo concreto a la educación de nuestros hijos, evitando que arraiguen malos contenidos televisivos en ellos.

18. Las familias, poco a poco, pueden crear una videoteca con películas y documentales de interés para los niños.

19. Los comerciales pueden ser tan peligrosos como los malos programas de televisión. Los padres debemos estar muy atentos para que la televisión no convierta a nuestros hijos en personas superficiales o consumidoras de todo lo que se anuncia. Nunca hay que hacer caso de la publicidad de juguetes que incite a la violencia, a la discriminación, y al racismo.

20. Ver o no ver televisión no debe convertirse para los niños en un premio o castigo.
21. Los padres de familia, deben iniciar a sus hijos, según su edad y desarrollo, en una positiva y prudente educación sexual, que evite que una imagen distorsionada de la mujer y del sexo les sea trasmitida, poco a poco, por medio de la televisión.

22. Los padres de familia debemos luchar para que cualquier espacio de televisión infantil, estructurado sin ética, sin respeto a los valores y a los derechos de los niños, sea tipificado como un delito por la legislación nacional. La mala televisión infantil, o “programación basura” tiene su origen en el menosprecio a la dignidad del niño como persona.

23. No debemos dejar que nuestros hijos vean televisión basura. Si estos programas de televisión son vistos por nuestros hijos, confundirán la realidad con la ficción, se desorientarán y equivocarán al comprender y valorar el sentido de la vida, e irán deformando su propia conciencia. Transigir con la mala calidad de aquellos programas de televisión inadecuados para los niños, dejándolos que los vean, equivale a transigir y hacerse cómplice de lo que distorsiona los valores y los derechos de la infancia.

24. Los padres de familia debemos organizarnos para exigir una televisión, en horarios infantiles. Las actitudes groseras, los hábitos y comportamientos antisociales, las obscenidades del lenguaje, la pérdida del sentido de la autoridad, la vulgaridad y la frivolidad, la apología subliminal o directa de conductas reprochables, cualquier menosprecio a la vida humana, etc. deben ser erradicados, especialmente de los espacios que tengan a los niños como destinatarios.

25. Ante una programación infantil con baja, discutible y reprobable calidad, los padres de familia están legitimados para poner en marcha una crítica constructiva. Así mismo, debemos incentivar una buena televisión, resaltando sus buenos programas.

26. Los padres de familia y educadores deben hacer comprender a los niños que la televisión no es imprescindible ni el único medio par llenar su tiempo libre.

27. El ejemplo resulta una terapia eficaz. Si los padres ven mucha televisión, o televisión de mala calidad, ¡con qué criterio van a evitar que sus hijos vean aquellos programas negativos para ellos!


FEDEPADRES

Santiago de Chile
Muchos matrimonios llegan a justificar la gradual separación entre ellos, y en ocasiones, hasta el divorcio por una “irreconciliable disparidad de caracteres”.

Los cónyuges que piensan así no llegan a darse cuenta de la importancia que tiene para la vida matrimonial el conocimiento del propio temperamento, y el del cónyuge, pues de no hacerlo se  enfrascaran en batallas que llevaran irremediablemente al desgaste y a la frustración.El problema comienza con confundir carácter con temperamento. 


El temperamento, es algo natural con que nacemos, es la materia prima con la que habrá que trabajar a lo largo de toda la vida. No existe un temperamento mejor o peor, todos tienen características que explotar y otras que superar. Y por eso, el desear tener, o que el cónyuge tenga, otro temperamento es un sin sentido, es una batalla perdida.Sin embargo, el conocer ese temperamento es lo que precisamente permitirá forjar el carácter a cada uno de los cónyuges. Gracias a que somos espíritus-encarnados, poseemos unas capacidades que nos distinguen como seres humanos y que nos permiten trabajar sobre el temperamento propio, entender el del cónyuge y, de este modo, alcanzar la tan ansiada armonía en la vida matrimonial.

Esto es así porque la voluntad es la facultad de querer o no querer cambiar ese temperamento, de decidir entre lo mediocre y lo mejor para la propia vida, y de quienes más amamos, entre lo bueno y lo malo, entre lo que forja nuestro carácter o lo destruye, y por lo tanto, posee la posibilidad de construir o destruir nuestras posibilidades personales y biográficas.

He aquí donde entra la madurez necesaria para el matrimonio. Solo una persona madura será capaz de responsabilizarse por su propio temperamento y de ser los suficientemente generoso para aceptar al cónyuge como otro yo, con el suyo y con el que también tiene sus luchas. Por eso, ambos deben de tener cierta madurez y equilibrio emocional para el matrimonio, que será posible distinguir desde el noviazgo por ciertos indicios en la bitácora biográfica del candidato para el matrimonio. 


Este autodominio suficiente para el matrimonio lo notamos en la resolución de una persona: en la fidelidad que muestra a sí mismo, a sus convicciones, valores y proyectos, a sus amistades y familia;  a la lucha personal que entabla contra sus debilidades y en la adquisición de virtudes; que descubrimos como una fuerza interna difícil de definir, pero que inspira a quienes le rodean sentimientos de seguridad y confianza.


El forjar el carácter es una labor personal en la que han de empeñarse cada uno de los cónyuges. No es una labor fácil pero si necesaria para toda persona, si es que desea realizarse como tal. Es muy distinto encontrar el apoyo y compresión necesarios para emprender la lucha diaria en el propio cónyuge, que luchar constantemente en que éste cambie para que se adapte al propio gusto y forma de ser. 

Es distinto apoyase para alcanzar metas, sueños, proyectos personales y comunes mutuamente; que luchar infructuosamente contra el temperamento del otro, pues, por este camino no serán felices.