No sólo destruye matrimonios,
también amistades de años y cualquier tipo de relación. Es difícil de detectar,
pero una vez que se le reconoce, es relativamente fácil solucionarlo todo. Te
invito a saber de qué tipo de mal se trata.
Todos nos relacionamos de una o
de otra manera, y de esas relaciones obtenemos lo necesario para sobrevivir en
sociedad. Muchas de las buenas cosas que obtenemos en esta vida se deben al
éxito que esas relaciones tengan.
Nos relacionamos para obtener y
mantener un trabajo, lo hacemos para hacer negocios, preservar nuestra salud,
ayudar y ser ayudado; nos relacionamos y conocemos a las personas con las que
inclusive formaremos familias. Todo funciona en tanto sobrellevemos bien
nuestras relaciones sociales y familiares, pero las complicaciones sobrevienen
cuando nuestras conductas y modos afectan a otros. Son muchos los factores que
dañan las relaciones, pero hay uno en particular que lo destruye todo: el
orgullo.
El orgullo, curiosamente, tiene
dos líneas: la primera, la positiva, habla de la dignidad de la persona, de la
estima correcta que puede tener de sí misma o inclusive hacia otra persona, y
eso es sano, es bueno; pero la segunda, la negativa, se da cuando esa estima es
excesiva y aparece la soberbia, la altivez, la vanidad, la arrogancia y la
crítica; y eso no ayuda, más bien daña todo a su alrededor, principalmente a
las personas.
Si descubres que estás cerca de
alguien cuyo orgullo está causándole daño -o que tú mismo identifiques en ti
algunos de estos factores-, te comparto estas cinco recomendaciones para no
perder y sí mejorar las relaciones:
1. No intentes cambiar a la persona
Ningún ser humano tiene el
derecho de cambiar a otro, los cambios son un asunto personal y nacen del deseo
de querer hacerlo. Nuestro trabajo es entender y aceptar lo que se puede,
tolerar lo que no podemos aceptar y buscar la humildad como el medio por el
cual todos nos podemos relacionar para no lastimar a otros.
2. El orgullo no es cosa de ricos
Ingenuamente pensamos que el
orgullo es cosa de ricos, de los que miran de arriba para abajo, pero la verdad
es que también entre quienes menos tienen hay mucho orgullo. ¿Te ha tocado
conocer a alguien que estando en necesidad es incapaz de recibir ayuda o lo que
necesita movido por el orgullo?
Entenderemos que todos somos
susceptibles de caer en ello si permitimos que las cosas materiales tengan más
valor en nuestra vida que las personas.
3. Si hay que hablar un tema serio con alguien pide la presencia de un
tercero
La comunicación a veces es
compleja y se presta a malos entendidos, por lo que si es posible o muy
necesario, pide que otra persona, preferiblemente que la persona en cuestión
estime o reconozca como autoridad, esté presente.
Usa un lenguaje claro y haz a un
lado los descalificativos, la humillación o la desacreditación.
4. Sé el primero en ofrecer ayuda
Anteponer la buena voluntad y la
humildad desarma a muchos.
5. Hazle saber que estarás cuando te necesite
Pedir ayuda puede ser una de las
más grandes pruebas para una persona orgullosa; sin embargo, son esos momentos
de necesidad los que a todos nos hacen humillarnos y reconocer que necesitamos
de los demás; es cuando doblegamos el orgullo y nos volvemos más humildes para
beneficio de todos.
Imagina que el orgullo es una
enfermedad, que no es algo que tú puedas sanar pero sí protegerte para evitar
un contagio. Piensa en que en tus manos está el poder ayudar a esa persona
"enferma" a que funcione mejor con quienes le rodean y le aman; se trata
de ser tolerantes y evitar ser heridos o lastimados por sus formas.
Por último recuerda que a la
humildad el orgullo no puede herirla.
Por Emma Sánchez para Familias.com
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