
Por: Merlina Meiler
Esta pregunta suele obtener respuestas categóricas cada vez que se formula: un rotundo ¡Sí! o, por el contrario: ¡No, para nada!
La convivencia no mata el amor. Lo que sí puede dejarlo agonizando son ciertos parámetros relacionados con el compartir la vida bajo el mismo techo, a los que hay que estar bien atentos para que no se activen de maneras poco positivas. Lo que considero que mata al amor dentro de la convivencia es:
La rutina: ¿hay algo más aburrido que hacer o recibir siempre exactamente lo mismo? Esto nos hace acostumbrar a no tener sorpresas ni a que suceda nada fuera de lo común, lo que puede generar que nos hartemos o, aun peor, que alguna cosa (o persona) diferente fuera de casa nos parezcan un estímulo interesante.

La poca tolerancia: ampliar los márgenes de tolerancia genera relaciones más duraderas y placenteras. No estoy diciendo aguantar cualquier cosa, sino ponernos en el lugar del otro, entender qué desea o necesita (aunque no se trate de algo que se nos podría haber ocurrido) y acompañar el proceso o dejar ser.
La falta de respeto: no me refiero solamente a palabras o a acciones fuera de lugar, sino también a no permitir que el otro sea quien es y ocupe el lugar que desea en la vida. Cercenar espacios o posibilidades no aporta a la unidad de la pareja, por el contrario, provoca resentimientos que se van agrandando con el correr del tiempo.
El ser posesivo: Estar siempre pendiente de qué hace o deja de hacer quien acompaña nuestros días, tener celos desmedidos, revisar sus objetos personales (mails y celulares incluidos) son ideas muy poco prolífica. Una cosa es vivir juntos y otra muy diferente, invadir la intimidad del otro. Si tienes falta de confianza, primero dedícate a solucionar tus problemas intrapersonales por ti mismo, antes de crear una situación desagradable solo para exteriorizar tu inseguridad interna.
La poca ayuda: Que el peso de todas las responsabilidades de la casa (hijos incluidos) recaiga en una sola persona suele ser un punto de fricción enorme, en especial, cuando ambos trabajan fuera del hogar. El compañerismo es la base más sólida para que una pareja funcione sobre rieles.
¿Crees que la convivencia mata el amor?
Escuchamos historias de parejas que se han casado y han logrado ser felices aún cuando han pasado por crisis pero las han superado; en cambio, sabemos de otras parejas que desde el inicio de su matrimonio han tenido una variedad de conflictos que durante el noviazgo nunca se presentaron.
¿Qué es lo que está sucediendo en esas parejas? ¿Cuál es la diferencia entre las parejas que se llevan bien a pesar de tener problemas y las que tienen conflictos maritales serios? ¿Qué podemos hacer para evitar que nuestra relación se deteriore?
Las razones para que una relación no funcione son varias, pero una de ellas consiste en las expectativas equivocadas que tenemos del matrimonio. Así es. Son problemas que se presenta justo al iniciar la vida matrimonial y a pesar de haber mantenido un noviazgo de varios años, estos problemas nunca se presentaron.
Para empezar, ¿qué es lo que te imaginas que es un matrimonio? ¿Cómo fue el matrimonio de tus padres? ¿Qué concepto tienes de la vida matrimonial? ¿Acaso tienes la idea que una vez casados tu vida está resuelta para siempre? El matrimonio no es un cuento de hadas en el que el príncipe y la doncella se unen y viven felices para siempre. Más que imposible, improbable. Porque aún las parejas que tienen una vida maravillosa, con hijos bellos y sanos, una posición económica holgada y con todas las posibilidades de una vida feliz... también llegan a tener conflictos y sentirse infelices.

Acaso esperas que tu pareja, una vez casados, ¿abandone esos pasatiempos que tanto te aburren? ¿Esperas que ahora que están viviendo bajo el mismo techo, compartan los mismos gustos? ¿Piensas que por fin te vas a librar de estar visitando la familia política si querías pasar un buen rato con tu pareja? Tus expectativas del matrimonio, ¿son realistas? O ¿llegaste a idealizar lo que es el matrimonio y esperas que tu pareja cumpla con cada uno de esos sueños que te forjaste en tu mente?
El matrimonio requiere de una etapa de adaptación. De repente, como pareja están compartiendo el mismo techo y por el resto de sus vidas. Necesitan establecer un equilibrio entre el tiempo de pareja, trabajo, rutina, labores en la casa, asuntos económicos y planes a futuro. Ponerse de acuerdo y estar conforme con lo que decide la pareja requiere un alto grado de comprensión, tolerancia y compatibilidad.
Las diferencias de opinión se presentarán irremediablemente y lo fundamental es que ambos tengan toda la disposición de llegar a un acuerdo en lugar de imponerse sobre la voluntad de la pareja, con el fin de que se cumplan los sueños “utópicos” que se había formado de su matrimonio ideal. Al momento de casarte, te casas con una persona, un individuo con sus propias ideas y sueños que eventualmente se rebelará aún cuando haya tenido la intención de someterse a tus deseos y sueños.
Una de las claves para superar estas diferencias es la negociación. Así de fácil. Quizá el plan de cada uno deba variar, pero juntos deben lograr a llegar a un acuerdo en el que ambos obtengan un beneficio. Algunas veces, uno en la pareja tendrá que ceder, pero siempre y cuando lo haga por amor y sin guardar resentimiento.
El matrimonio es un largo camino a recorrer. Como una montaña rusa con sus altibajos. Habrá momentos de mucha fricción y se sentirán infelices, pero eso no significa el fin de una relación y de ninguna manera se deben tomar medidas drásticas pensando en que el matrimonio ha llegado a su fin y “tienen derecho a rehacer su vida”. El matrimonio requiere pasar por estos “baches” que ayuden a madurar la relación; la capacidad de superar una crisis es la que enriquece a cada uno en la pareja, desarrollando tolerancia e incrementando el amor.
Pero eso sí, si la pareja no logra superar las pequeñas crisis como ponerse de acuerdo en dónde colocar un mueble o dónde pasar la Navidad, difícilmente podrán superar lo que les espera con la llegada de los hijos, los problemas de la edad madura, etc.
No siempre somos capaces de ver las cosas objetivamente. Probablemente se requiere el apoyo de un consejero matrimonial que ayude a cada uno en la pareja a buscar las formas de reconciliación. Eso sí, procura apoyarte en un profesional que sea imparcial; a veces los amigos y las personas te quieren no saben aconsejarte correctamente y se incrementa la carga emocional que debes soportar.
Recuerda, mientras exista amor con tu pareja, siempre habrá una solución a todo.
Vía: www.nosotros2.com
¿Qué es lo que está sucediendo en esas parejas? ¿Cuál es la diferencia entre las parejas que se llevan bien a pesar de tener problemas y las que tienen conflictos maritales serios? ¿Qué podemos hacer para evitar que nuestra relación se deteriore?
Las razones para que una relación no funcione son varias, pero una de ellas consiste en las expectativas equivocadas que tenemos del matrimonio. Así es. Son problemas que se presenta justo al iniciar la vida matrimonial y a pesar de haber mantenido un noviazgo de varios años, estos problemas nunca se presentaron.
Para empezar, ¿qué es lo que te imaginas que es un matrimonio? ¿Cómo fue el matrimonio de tus padres? ¿Qué concepto tienes de la vida matrimonial? ¿Acaso tienes la idea que una vez casados tu vida está resuelta para siempre? El matrimonio no es un cuento de hadas en el que el príncipe y la doncella se unen y viven felices para siempre. Más que imposible, improbable. Porque aún las parejas que tienen una vida maravillosa, con hijos bellos y sanos, una posición económica holgada y con todas las posibilidades de una vida feliz... también llegan a tener conflictos y sentirse infelices.

Acaso esperas que tu pareja, una vez casados, ¿abandone esos pasatiempos que tanto te aburren? ¿Esperas que ahora que están viviendo bajo el mismo techo, compartan los mismos gustos? ¿Piensas que por fin te vas a librar de estar visitando la familia política si querías pasar un buen rato con tu pareja? Tus expectativas del matrimonio, ¿son realistas? O ¿llegaste a idealizar lo que es el matrimonio y esperas que tu pareja cumpla con cada uno de esos sueños que te forjaste en tu mente?
El matrimonio requiere de una etapa de adaptación. De repente, como pareja están compartiendo el mismo techo y por el resto de sus vidas. Necesitan establecer un equilibrio entre el tiempo de pareja, trabajo, rutina, labores en la casa, asuntos económicos y planes a futuro. Ponerse de acuerdo y estar conforme con lo que decide la pareja requiere un alto grado de comprensión, tolerancia y compatibilidad.
Las diferencias de opinión se presentarán irremediablemente y lo fundamental es que ambos tengan toda la disposición de llegar a un acuerdo en lugar de imponerse sobre la voluntad de la pareja, con el fin de que se cumplan los sueños “utópicos” que se había formado de su matrimonio ideal. Al momento de casarte, te casas con una persona, un individuo con sus propias ideas y sueños que eventualmente se rebelará aún cuando haya tenido la intención de someterse a tus deseos y sueños.
Una de las claves para superar estas diferencias es la negociación. Así de fácil. Quizá el plan de cada uno deba variar, pero juntos deben lograr a llegar a un acuerdo en el que ambos obtengan un beneficio. Algunas veces, uno en la pareja tendrá que ceder, pero siempre y cuando lo haga por amor y sin guardar resentimiento.
El matrimonio es un largo camino a recorrer. Como una montaña rusa con sus altibajos. Habrá momentos de mucha fricción y se sentirán infelices, pero eso no significa el fin de una relación y de ninguna manera se deben tomar medidas drásticas pensando en que el matrimonio ha llegado a su fin y “tienen derecho a rehacer su vida”. El matrimonio requiere pasar por estos “baches” que ayuden a madurar la relación; la capacidad de superar una crisis es la que enriquece a cada uno en la pareja, desarrollando tolerancia e incrementando el amor.
Pero eso sí, si la pareja no logra superar las pequeñas crisis como ponerse de acuerdo en dónde colocar un mueble o dónde pasar la Navidad, difícilmente podrán superar lo que les espera con la llegada de los hijos, los problemas de la edad madura, etc.
No siempre somos capaces de ver las cosas objetivamente. Probablemente se requiere el apoyo de un consejero matrimonial que ayude a cada uno en la pareja a buscar las formas de reconciliación. Eso sí, procura apoyarte en un profesional que sea imparcial; a veces los amigos y las personas te quieren no saben aconsejarte correctamente y se incrementa la carga emocional que debes soportar.
Recuerda, mientras exista amor con tu pareja, siempre habrá una solución a todo.
Vía: www.nosotros2.com

1. El matrimonio es para amar. Y amar es una decisión, no un sentimiento. Amar es donación. La medida del amor es la capacidad de sacrificio. La medida del amor es amar sin medida. Quien no sabe morir, no sabe amar. No olvides: “amar ya es recompensa en sí”.Amar es buscar el bien del otro: cuanto más grande el bien, mayor el amor. Los hijos son la plenitud del amor matrimonial.
2. El amor verdadero no caduca. Se mantiene fresco y dura hasta la muerte, a pesar de que toda convivencia a la larga traiga problemas. El amor, ama hoy y mañana. El capricho, sólo ama hoy. Los matrimonios son como los jarrones de museo: entre más años y heridas tengan, más valen, siempre y cuando permanezcan íntegros. Soportar las heridas y la lima del tiempo, y mantenerse en una sola pieza es lo que más valor les da. El amor hace maravillas.
3. Toda fidelidad matrimonial debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. La fidelidad es constancia. En la vida hay que elegir entre lo fácil o lo correcto. Es fácil ser coherente algunos días. Correcto ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente en la hora de alegría, correcto serlo en la hora de la tribulación. La coherencia que dura a lo largo de toda la vida se llama fidelidad. Correcto es amar en la dificultad porque es cuando más lo necesitan.
4. Séneca afirmó: “Si quieres ser amado, ama”. El verdadero amor busca en el otro no algo para disfrutar, sino alguien a quien hacer feliz. La felicidad de tu pareja debe ser tu propia felicidad. No te has casado con un cuerpo, te has casado con una persona, que será feliz amando y siendo amada. No te casas para ser feliz. Te casas para hacer feliz a tu pareja.
5. El matrimonio, no es “martirmonio.” De ti depende que la vida conyugal no sea como una fortaleza sitiada, en la que, según el dicho, “los que están fuera, desearían entrar, pero los que están dentro, quisieran salir”.
6. El amor matrimonial es como una fogata, se apaga si no la alimentas. Cada recuerdo es un alimento del amor. Piensa mucho y bien de tu pareja. Fíjate en sus virtudes y perdona sus defectos. Que el amor sea tu uniforme. Amar es hacer que el amado exista para siempre. Amar es decir: “Tú, gracias a mí, no morirás”.

Con los años, el amor profundiza mucho más en las relaciones. Los vínculos se fortalecen pero, a veces, se pasan unas malas épocas que parece que destruyen la sensación de satisfacción marital. Durante las “malas épocas“, hay más argumentos de culpa, se comparte menos y la alegría tiene unos niveles mucho más inferiores. Aunque se pase una mala época muchas parejas las aguantan con éxito, aunque otras, deciden separarse.
Lo que la mayoría de parejas no se dan cuenta, según algunos expertos en matrimonio, es que hay cosas que pueden hacer para garantizar que esa mala época no dañe tanto la relación. Una de las principales cosas en las que se deben centrar es, en la comunicación. A veces, comunicarse sea como sea es imprescindible para la supervivencia de un matrimonio.
Fuente: www.sonpareja.com