Independientemente de nuestros afectos religiosos, justo es reconocer que nuestra cultura occidental no posee un texto de tanta antigüedad sobre el matrimonio que se pueda comparar con la misteriosa sencillez, precisión y profundidad del Génesis: “Dijo, Dios, el Señor: no es bueno que el hombre esté sólo; hagámosle una ayuda que sea semejante a él…, la cual puso delante de Adán. 


Y dijo el hombre: Esto es hueso de mis huesos, y carne de mi carne… Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y estará unido a su mujer, y los dos vendrán a ser una sola carne” (Gen, 2, 18-24). Este texto, que tiene la simplicidad de una obra maestra, ha marcado más que ningún otro las líneas fundamentales de la comprensión del misterio del matrimonio.

Luis Lozano Torres

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Diagnosticar un caso, una historia de amor, requiere cierto conocimiento de lo que es el amor conyugal y el matrimonio. ¿Por qué? Pues porque las sombras sólo son visibles a la luz, porque es necesario conocer la salud para poder diagnosticar y tratar la enfermedad. Nos pasa como con la medicina, la cual requiere mucho estudio sobre la salud para poder después diagnosticar la enfermedad y prescribir la terapia restaurativa, pues diagnosticar la enfermedad es detectar la salud que falta, y prescribir un tratamiento es buscar recuperar la salud perdida. Pero la medicina avanza gracias a que no acepta llamarle ‘salud’ a toda suerte de anomalías y disfunciones.


Estudiar qué es el amor conyugal y el matrimonio nos dará grandes luces, para estar en mejores condiciones de diagnosticar su amor, y por qué no, para descubrir en las entrañas mismas de su relación increíbles áreas de oportunidad.

LuisLozano Torres 

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El más profundo sueño de libertad, de comunicación, de singularidad, de amor, corre el riesgo de naufragar en medio de las adversidades o, simplemente, de marchitarse. En muchas parejas termina en el fracaso y la separación. En otras muchas, el fracaso es interior, pero no estalla en separación. ¿Cómo influyen la fe y la esperanza religiosa de las parejas comprometidas en la aventura del amor?



La experiencia cristiana aporta un repertorio de nuevas posibilidades. Pero hay algo básico, por pertenecer al orden creatural. Sin hablar de la sacramentalidad como elemento cristiano más significativo, es cierto que vivir la aventura del amor bajo la mirada de Dios abre nuevas oportunidades. Surgen del hecho de que Dios quiere la felicidad de sus hijos. El sueño de Dios coincide con los más hondos sueños de la pareja. Dios mismo está implicado en el logro de esa relación de amor. Está presente en la vida de los cónyuges. Si el Dios que «hace posible lo que parece imposible» está interesado en el éxito de cada relación conyugal, ello significa una nueva dinámica. Puede renacer el fuego del amor desde sus cenizas. El sueño profundo es siempre recuperable. No es menester renunciar a él. Dios quiere que seamos felices. Y la felicidad de la pareja reside en el desarrollo de una relación íntima, profunda, responsable. Dios los llama a persistir en la realización de ese proyecto de amor forjado durante el noviazgo y primeros años de matrimonio, que constituyen la experiencia fundante del matrimonio.

En el contexto del Dios-amor, la lucha humana por construir el amor de pareja descubre que no es un esfuerzo destinado al fracaso último. Lo sería en el caso de que la muerte fuera la separación definitiva y total de ese amor. Desde la perspectiva religiosa, el amor conyugal es iniciación y grito de resurrección: Te amo tanto que necesito que no te mueras para siempre. Te amo tanto que el Dios de la vida hará que nuestro amor sea más fuerte que la muerte.

Por su parte, el amor conyugal es una vía privilegiada de acceso a la experiencia de Dios. «Y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (1 Jn 4,7-8)

Fuente: http://encuentra.com/noviazgo_y_matrimonio/entender_el_noviazgo_y_el_matrimonio14860/
El encuentro matrimonial no funciona siempre como un camino ascendente y rectilíneo. Encuentra sus encrucijadas y sus espejismos. Una manera de atenuar el efecto negativo de la renuncia a los ideales del tiempo del noviazgo son las compensaciones. No somos felices, pero nos consolamos de no serlo. No nos sentimos valorados por lo que somos, pero al menos nos sentimos importantes por lo que tenemos: bienes, títulos, poder… No logramos hacernos amar verdaderamente, pero nos compensamos haciéndonos admirar. Algo es algo…



La dinámica de las compensaciones termina construyendo unas paredes de cristal que paralizan el crecimiento de la relación. Uno de los atractivos del bienestar, de la comodidad, del alto nivel de vida, consiste en que hacen más llevadero el vacío y la insatisfacción de una relación empobrecida. ¡Cuántos regalos caros, cuántas compras precipitadas, cuántos gastos son claramente un intento de darse la satisfacción que no se logra porque falta el diálogo, la intimidad, la cercanía! Las cosas sencillas son las más valiosas y simbólicas: dar un paseo como cuando éramos novios, hablar de nosotros y nuestras ilusiones, una noche romántica… Cuando ya se encuentran situadas en la vida, muchas parejas reconocen que eran mucho más felices cuando no tenían nada. Pero vivían con mucha ilusión su relación conyugal.

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